Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

La ciudad del mayor

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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NINGUNO DE mis corresponsales en la Península Ibérica se ha dignado explicarme qué debo entender, qué debemos entender todos, por Ciudad del Mayor, ni a qué resplandeciente cerebro se le ha ocurrido la idea. Y es que mayores, mayores, lo que se dice mayores somos muchos, y posiblemente si no ocurre alguna catástrofe, seremos más, así que pasen cinco años, como en la comedieta de García Lorca. Unos, los suficientemente anónimos como para no serme posible dar señales claras de sus perfiles, dicen que se trata de una iniciativa social, una realidad posible, de la cual pueden beneficiarse nuestros mayores. En tanto que los de enfrente aseguran que se trata de una entelequia, de una tonelada de humo flotante, de una invención de las chicas encargadas de los asuntos sociales, que por cierto nadie se explica todavía por qué han de ser mujeres las destinadas a fines como los de la redención de penas, y no falta quien consiga ver o vislumbrar en la idea de la Ciudad del Mayor, un invento de lo más artificioso para encubrir la incapacidad de algunos regidores, para encontrar fórmulas aptas para conseguir efectivamente la Ciudad del Mayor, en la que éste, el mayor, más o menos dejado de la mano municipal y provincial, se convierta al fin para el mayor en la Ciudad de las Maravillas, que de todo corazón deseamos. Y como ya se han enfrenado distintos partidos exigiendo el título benemérito de inventor de Ciudades para mayores, lo más seguro es que efectivamente, la sugerida Ciudad del Mayor, destinada a los mayores de León y sus alfoces, se quede en pura y mera mención que acabara con la próxima helada... Y sin embargo y a reserva de lo que al respecto se establezca, si es que se consigue convertir el deseo y la necesidad en realidad, sin embargo, diríamos con Galileo, «se mueve», podría ser, debiera formar parte de las anotaciones de urgencia para los organismos oficiales y oficiosos, siempre tan abiertos de mano para conceder subvenciones y crear instituciones de adorno, para redondear los perfiles del proyecto, porque los mayores, los ancianitos, los señores y las señoras de la tercera y de la cuarta edad, que también las hay, necesitan ser atendidos y comprometidos seriamente en la grave empresa de vivir con dignidad. Y conste que no estamos sugiriendo la idea, ya tan al borde del descarrilamiento, de las instituciones de caridad, ni pretendemos reinventar los Roperos de Santa Rita, y mucho menos pretendemos forzar la atención oficial hasta esas misiones del Imserso para ancianos desvencijados o para alocados peripatéticos ya al borde de su biografía. La Ciudad del Mayor podría ser, debiera ser, el resultado de un compromiso serio de los administradores de nuestros dineros para construir una ciudad honrada, transparente, generosa, regida por hombres de fe y de esperanza, que al margen de los tópicos e invenciones falaces de los políticos abnegados, desplieguen planes reales de vida con pulso y temperatura. Una Ciudad dotada y movida, ajena a las manías o a las estúpidas tradiciones que no hacen sino arrastrar escombros de la verdadera entidad social, histórica e intelectual de León. Se puede crear la Ciudad del Mayor. A condición de que en ello no pongan sus manos pecadoras los tontos útiles, los bobines de Coria ni los listos de la parroquia.

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