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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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CENTENARES, tal vez millares de enfermos se lamentan, se quejan, se piensa que con casi toda la razón, de que sus quebrantos físicos no encuentran la solicitada atención de los médicos. Sin duda tienen razón los enfermos. Pero los médicos también la tienen cuando argumentan a favor de su función de que ni disponen del material técnico adecuado, ni la población necesitada de su atención ha disminuido o al menos se ha ajustado a los medios de que la sanidad dispone. Son muchos más los enfermos que los elegidos para la intervención. Y no faltan apasionados enfermos consuetudinarios que opinan, discretamente eso sí, que la falta notoria de medios y de recintos sanitarios muy bien podría solucionarse dedicando parte de los dineros dispuestos para la adquisición de tanques para la guerra o de navíos para dominar las costas, a la construcción de hospitales y a su correspondiente dotación y también a la organización más generosa de la profesión sanitaria, a fin de que el médico, de que el investigador, no se sienta obligado a disculparse asegurando que su vocación, su afición y su obligación es la de sanar al enfermo, no la de asistirle en sus agonías, que para esto se supone que están los sacerdotes católicos, budistas, episcopalianos y como fueren en cada caso y en cada país. Lo que no se puede admitir sin reparo es que la medicina tenga que estar ejercida con notoria falta de medios, en tanto que los gobernantes no tienen inconveniente en disponer de los dineros del común para enjugar sus déficits personales por el torpe ejercicio de su función. Bastaría para modificar la tendencia precaria de los responsables para la rehabilitación de la función sanitaria, con hacer llegar y comprender a los que ejercen mandos y responsabilidades superiores que en tanto que de unas cuantas escopetas se puede y hasta, si se me permite, y se debiera prescindir, sin menoscabo de la mayor gloria y esplendor de la patria, del médico, si se llegara al barbarismo de considerarle prescindible se inferiría a un miembro de la misma patria además de una injuria, una alevosía. En las listas de espera, para alcanzar la tutela del médico permanecen días y días, meses y meses, años y años, centenares, millares de seres humanos a los cuales no llega la milagrería científica del médico. Y esto es además de absurdo, criminal, si se nos permite el calificativo, en gracia siquiera a la intención con que lo usamos. La población de esta España nuestra, tan sometida al ejercicio del regateo para pobres, aumenta de manera preocupante. Y así como no puede ni siquiera sugerirse que la solución podría estar impidiendo el disfrute de la sanidad pública oficial a los que se incorporan a ella en momentos de angustia y desesperación, tampoco cabe insinuar siquiera que las listas de espera puedan dominar la espera simplemente con que los enfermos esperen y esperen... Durante muchos años, durante demasiados años, León, por no ir más lejos, se ha caracterizado precisamente por la falta de especialidades, y por el regateo económico para la incorporación a su menaje científico de aquella instrumentación que los tiempos y los enfermos exigen. Durante años y años, los dolientes de la ciudad tenían que ser trasladados a Valladolid, a Salamanca o a Madrid, sencillamente, dramáticamente por que en nuestros hospitales se carecía de medios para hacer frente a determinadas patologías.