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LITURGIA DOMINICAL

Hacia el bautismo pascual

Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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FUE el domingo pasado. Después de la homilía se acercaron los catecúmenos hasta el presbiterio. Son cuarenta personas que se preparan para recibir el bautismo en la próxima Vigilia Pascual. El cardenal arzobispo de Los Ángeles les impuso las manos y nos pidió a todos que hicié ramos lo mismo. Tras la oración, veinte mil asistentes los despedimos con un aplauso. Para muchos de nosotros, la Cuaresma es tan sólo un tiempo de penitencia, de ayuno y abstinencia. Para otros son unas semanas para ensayar las marchas que han de tocar en las procesiones de Semana Santa. Y para otros, nada. Pero en la tradición de la Iglesia, estos días constituyen el momento más importante para la catequesis de esos adultos que han decidido entrar a formar parte de la comunidad cristiana. Son los que han optado por seguir a Jesucristo. Hay que formarlos y acompañarlos con la oración y el testimonio de nuestra propia vida. Por eso, en la liturgia cuaresmal tiene tanta importancia la meditación sobre el agua viva. El pozo y la sed El agua viva. Eso es lo que Jesús le ofrece a la mujer Samaritana que acude al pozo de Jacob (Jn 4, 5-42). En aquel lugar se recordaba a los antiguos patriarcas. Y en aquel lugar se hacía presente el Mesías. El pozo era un monumento del pasado. Y allí se anunciaba un nuevo futuro. La mujer venía buscando el agua que lava los cuerpos y Jesús le anunció la posibilidad de recibir el agua que da sentido a la vida toda. El agua del pozo podía ser extraída por el propio esfuerzo. El agua ofrecida por Jesús era una gracia generosa e inmerecida. Evidentemente, el relato evangélico juega con dos tipos de aguas. La que busca la mujer pertenece al ámbito de las necesidades inmediatas. La que ofrece Jesús nos adentra en el mundo de la trascendencia. Claro que el agua sola no garantiza la verdad de la vida cristiana. Hace falta la fe en Aquél que nos hace la propuesta. No basta bautizarse para ser un buen cristiano. Es preciso seguir fielmente a Aquél en quien rutinariamente decimos creer. El agua viva En el hermoso relato que nos cuenta el encuentro de Jesús con la mujer sama ritana, sobresale una frase del Maestro: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú y él te daría agua viva». Esa frase bien merece un minuto de atención. - «Si conocieras el don de Dios». No se puede vivir en la inconsciencia. Nuestras distracciones nos alejan de la meta de nuestra vida. No podemos prescindir de la oferta de Dios. Es necesario al menos preguntarnos qué puede ofrecernos Dios. - «Quién es el que te pide de beber». Dios se nos ha hecho visible en Jesús. Conocemos a Dios en la medida en que reconocemos su voz en la voz de Jesús. Preguntarnos quién es Él para nosotros es el principio de la salvación. - «Le pedirías tú y él te daría agua viva». A Dios le pedimos muchas cosas, pero rara vez le pedimos lo que de verdad desea entregarnos: esa fe que puede saciar nuestra sed y orientar para siempre nuestra vida. - «Jesús, Mesías y Señor nuestro, tú conoces la hondura de nuestra sed. Y nosotros sabemos que sólo tú la puedes saciar. Que el agua de tu palabra haga florecer nuestros campos. Amén.

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