Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

José María Fernández Catón

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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NO LE HAN FALTADO eruditos apasionados a León, a pesar de las apariencias o si se quiere de las evidencias del despego de los historiadores por despejar las rutas de la historia de este pueblo gloriosamente decadente. Bastaría conocer el índice de profesores dedicados a la tarea de desvelar lo que la historiografía de León tiene de leyenda y lo que realmente cuenta a la hora de establecer las claves para su mejor conocimiento. Que se dan, perfectamente comprobadas (porque en los descubrimientos de la historia, sucede lo que con la inculpación del infundio, que hay que disponer de pruebas) pues bastaría digo, para el esclarecimiento de la verdadera biografía de León, con repasar la extraordinaria colección, amparada bajo los auspicios económicos de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, titulada «Fuentes y Estudios de Historia Leonesa», dirigida y mantenida en la superficie cultural, por el gran piloto José María Fernández Catón, un estudioso vocacionado y embebido en el compromiso contraído con la tierra de su laboreo. Fue, creo recordar, y solicito disculpas si incurro en errores memorísticos, aquel obispo del Renacimiento, Luis Almarcha, el que, como hiciera con porciones importantes del patrimonio amenazado de desaparición, el que encomendó a Fernández Catón, la tarea difícil pero intensa y valiosa de rescatar la documentación que como el arpa del poeta, esperaba la mano de hierro que fuera capaz de descubrir los verdaderos acentos de la identidad histórica de León. El elegido para tan difícil misión fue José María Fernández Catón. Y en el compromiso contraído puso tanta fe, tantísimo trabajo, y no pocas aflicciones que a lo largo de la tarea que se impuso, hubo situaciones, circunstancias y manejos tan abrumadores que a punto estuvo la empresa de hundirse en la indiferencia del común de vecinos y, peor aún, de los que se dieron en proclamar representantes de su cultura. El «ciprés entre arbustos», como diría de él en la fecha memorable de su homenaje José María Díez Fernández, resistió embestidas, se curó en salud y con el corazón en la boca consiguió cubrir el índice del número cien de la obra verdaderamente monumental, de la obra del maestro Catón, al que León debe entre otras muchas mercedes concedidas, una de las obras más consistentes de cuantas se han intentado a lo largo de los siglos para la proclamación probada de la verdadera identidad histórica de León. Yo tengo el honor de haber trabajado con él, a sus órdenes, y por lo tanto puedo sentirme testigo obligado y agradecido tanto de lo que me enseñó, como del espíritu de disciplina y de entrega que mostró en todo momento. En León, precisamente, se reunieron un núcleo esclarecido de profesores, de historiadores, de investigadores para rendir un homenaje de admiración y de gratitud a este personaje singular que dio a León lo que la ignorancia y la indiferencia venían negándole. Y no sé lo que los pueblos tienen previsto para reconocer las aportaciones a favor de la cultura, pero sospecho que en este caso verdaderamente excepcional, no caben ni regateos ni reticencias. Séneca, que era un pesado capaz de agobiar al más generoso de sus discípulos dejó dicho sin embargo aquello de: «La recompensa de una buena acción, es haberla hecho». En la obra excepcional llevada a cabo por el gran maestro Fernández Catón puede estar sin duda una recompensa, pero...

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