Cerrar

Creado:

Actualizado:

ANTES, todo el mundo conocía algún Herminio. Ahora la cosa es más exótica. A Herminio del Vigo Redondo le conocí temprano, siete años tenía y fue en escuela nacional que nos embutió los rudimentos de la enciclopedia Álvarez, le ley de los quebrados, el sabor estomagante de la leche americana en polvo, el polvo de tiza en la boca, la tiza en la crisma arrojada como un proyectil por don Mamés cada vez que pillaba a alguien hablando... y el himno de Acción Católica, que tiene su tela. No debió ser mala aquella escuela en lo que respecta a meter de canto la lección en la mollera. De hecho, en su primer curso de bachiller ya lo tenía Herminio estudiado casi todo, así que se tiró a cierta vagancia y en las horas de estudio inventariaba musarañas, se espatarraba en su nube o se levantaba a la biblioteca a por cualquiera de los tomos descomunales de aquella Enciclopedia Hispano Americana de 1885 que tenía más tonelaje que dos espasas, dieciocho tomazos encuadernados en rojo. En aquellos librotes estaba el todo mundial junto a profusión de ilustraciones, dibujos o grabados. Herminio se llevaba un tomo a su pupitre junto al libro de Física y ponía cara de consulta, se enfrascaba, mientras el fraile que vigilaba el sigilo sepulcral de aquella gran sala de estudio de doscientos pupitres llenos de cogotes humillados contra cuadernos y textos ponía gesto de aprobación al ver a Herminio tan aplicado a ensanchar conocimiento, a buscar nota, ¡eso está bien, muchacho!... No lo sabía bien aquel fraile. Herminio había encontrado un verdadero filón en aquel fascinante y completísimo diccionario enciclopédico; te diré por qué. La primera vez que cogió uno de sus tomos buscaba ilustraciones, ver santos, entretenimiento para la vista, pero cuando se cruzó la primera palabra escabrosa se fue a ella como burro a la alfalfa. La primera en ir a buscar no podía ser otra: puta. Un universo de pecados se alojó en su cacumen con lujo y detalles. Lo primero que ponía era la retahíla de sinónimos, doce o quince (el más fino, barragana), otro montón de palabras guarras a buscar. Brutal. Gran veta. Tuvo con ello para dos cursos seguidos. Allí estaba todo lo prohibido al alcance del ojo y nadie le decía nada. Lo que Herminio descubrió con doce años era totalmente insospechable. Eso sí que era cultura dura, pura y puta. (Continuará)

Cargando contenidos...