El nuevo «talante» eclesial

Aunque desde la Conferencia Episcopal se insiste en hacer una lectura interna del cambio y no política, la cuestión es inevitable. Al margen de que el nombramiento de Ricardo Blázquez sea entendido como un empeño de los obispos por colegiar más las decisiones y mirar hacia dentro (es la primera vez en 40 años que es elegido alguien que no es arzobispo) y menos hacia Roma, en clave externa ha sido interpretado como la llegada del nuevo «talante» a la Iglesia. Nadie duda de que si el PP hubiera ganado las elecciones (con el ascenso de la asignatura de Religión en el currículum y la promesa de subir la aportación del IRPF destinada a la Iglesia en las declaraciones de la renta), Rouco Varela hubiera sido reelegido sin problemas, por lo que la elección del obispo de Bilbao se entiende como un paso hacia unas mejores relaciones con el Gobierno socialista. De hecho, fuentes de la Conferencia Episcopal sitúan a Blázquez en buena sintonía con el socialismo católico y le ubican en el entorno de la denominada Escuela de Deusto, de la que forman parte, entre otros, el presidente del Senado, Javier Rojo, Ramón Jáuregui, y Carlos García de Andoni. Parece que este último podría haber sido la persona a la que el secretario de Organización de los socialistas, José Blanco, hubiera encargado «tender puentes» con la Iglesia. Lectura política Con las elecciones vascas a la vuelta de la esquina, hay quien lee esto como una alianza PNV-PSOE. Lo cierto es que el frente antiRouco Varela lo han liderado los nacionalistas, Juan María Uriarte, obispo de San Sebastián, y Lluis Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona. En fuentes de la Conferencia Episcopal se interpreta su elec-ción como un voto de castigo a Antonio Rouco Varela por su evidente afinidad con la política del PP y su exceso de protagonismo y se habla de que los obispos mostraron su independencia.