Con el júbilo de Jerusalén
La procesión de las Palmas congrega a miles de personas en el recorrido de la Borriquilla de San Marcelo a la Catedral, tras la bendición de los ramos por el obispo
Emblemáticos enclaves del corazón de la ciudad -las plazas de San Marcelo y Santo Domingo, Calle Ancha y los alrededores de la Catedral- revivieron ayer los escenarios de la vieja Jerusalén, donde Jesucristo hace ya más de dos milenios realizó su entrada triunfante a lomos de una borriquilla. Como relata el Evangelio, una multitud acompañó esta llegada con cantos y ramos, como los miles de leoneses que se dieron cita en todo el recorrido de la procesión de las Palmas para escoltar al cortejo de júbilo camino de la Pulchra Leonina. Minutos antes, los cofrades de Cristo del Gran Poder -esta Semana Santa encargados de organizar la procesión- daban los últimos toques al paso de La Borriquilla, que aguardaba a la sombra de la iglesia de San Marcelo el inicio del ritual de cada Domingo de Ramos en la plaza de las Palomas. Allí cientos de niños con sus padres -en algunos casos abuelos u otros parientes- se agolpan aguardando el momento más emocionante de la Pasión para ellos: la bendición de sus ramos. Llega el obispo, minutos antes de las 12.30 horas, para prepararse con su atuendo de gala en el consistorio de San Marcelo. Fuera ya la Corporación, encabezada por el alcalde Amilivia, espera con sus palmas, escoltados por los maceros, el momento de la procesión. Mientras, La Borriquilla observa cómo recolocan con esmero sus flores rojas y blancas. Llega la hora. Palmas, ramas de laurel, olivo, romero y otras plantas autóctonas se alzan a la espera de la bendición. En el horizonte de la plaza, decenas de globos airean sus colores y formas en busca de comprador, en una concentración que se ha convertido desde hace unos años en otra parte del escenario de este Jerusalén del siglo XXI. «Abrimos los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Cristo con la solemne entrada del Señor en Jerusalén acompañado de cantos», anunció el obispo de León, Julián López, en sus primeras palabras. Antes de iniciar el reparto del agua bendita entre los miles de palmas se dirigió a los más pequeños: «Queridos niños, levantad vuestros ramos, vamos a bendecirlos». En ese momento la emoción sobrecogió la plaza con cientos de manos alzadas. La lectura del Evangelio según San Mateo relató el pasaje de la entrada triunfal de Jesús en la ciudad santa. Comienza la procesión con el cortejo de maceros, el obispo y los canónigos de la Catedral, los munícipes, los amigos de la capa y el paso de La Borriquilla bajo la atenta mirada de sus guardianes de este año: los papones de Cristo del Gran Poder. En el camino hacia la Catedral, miles de personas se agolpan para no perderse el paso de La Borriquilla. Ya en el templo gótico, comienza la misa central del Domingo de Ramos en la capital. Fuera, el caluroso mediodía invita a sentarse en las terrazas y comenzar a matar judíos.