Diario de León

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LA CORRUPCIÓN tiene patas, plantillas devorolor y botas de siete leguas. Corre que se las pela. Es el gato de este tiempo; porque aquí, como antaño, hay gato zalamero haciendo ronroneos entre los faldumentos de todo poder. Sus botas, sin embargo, son hoy de mil leguas por segundo si corre por la instanteneidad de una transferencia bancaria. Vaya gato. La pasta podrida en una sucursal malaya resucita blanca y ejemplar en la cuenta limpia de un constructor marbellí o de un industrial tripalari. Milagro. Cuando se produce este fenómeno taumatúrgico, la poli parece mirar a las nubes, que es de donde baja toda potestad. Del dinero que lleva corbata casi nadie sospecha. Incluso con una reverencia ceremonial hay quien le besa el culo y hasta lo lame con unción y mucho gozo. Poderoso caballero quevediano era el oro vestido de doblón que hoy puede disfrazarse hasta de donativo contra drogadicciones o tsunamis. Sentada y dada por cierta la existencia de ese tres por ciento como peaje en las contrataciones públicas, aceptémoslo como animal de compañía universal por ser sólo calderilla para no tener que entrar aquí a mostrar o demostrar sobrados casos en los que el corretaje sube al quince o al treinta por ciento; y la impunidad, al noventa y nueve. Por eso la sospecha fundada de esta epidemia evidente alcanza a compras y otros meneos de menor bulto en los que el dinero público se mueve de lado o corre, como se dijo, que se las pela. Se abre el preguntadero: ¿Caben comisiones o influencias agradecidas en la contratación de un espectáculo musical cuyo caché es de tres o cinco millones de leandras? ¿No hay gratitudes metálicas cuando una concejalía dispone de cuarenta o setenta millones para conciertos y galas? ¿Quién cobra las comisiones innegables que circulan en el mercado del arte, en la adquisición siempre discutible y algo necia de esta obra y no aquella? ¿Quién puede asegurar sin quemarse los dedos o la palabra que no hay comisiones, descuentos opacos o legítima mordida de galerista cuando alguien funde quinientos millones de pesetas públicas -que no putas- en ir un sólo día de compras a una feria de arte determinándose qué obras se adquieren según criterios «estrictamente personales»? ¿Cuánto tienen de fondo de reptiles los dineros de la cultura?

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