Cosas de aquí | Suspendidos en el aire
Con el viento de cara
El túnel de viento instalado en Ponferrada como alternativa a la ronda de bodegas hizo volar a decenas de jóvenes en una instalación que usan los paracaidistas para aprender a planear
El viento contra la limonada. Dos colosos se enfrentaron ayer por captar la atención de los estudiantes de Ponferrada que celebraban el fin de las clases y el comienzo de las vacaciones de Semana Santa. Y habría que decir que el combate quedó en tablas, porque al final hubo aglomeraciones en los bares y colas para volar en el túnel de viento instalado en la esplanada del albergue de peregrinos como alternativa a la tradicional ronda de bodegas. Para quedar suspendido en el aire era necesario no haber bebido. Una patrulla de la Policía Local se encargó durante todo el día de someter a los aspirantes a pájaros a una prueba de alcoholemia. Quien hubiera probado algún sorbo de más y no diera 0,0 en la tasa de alcohol en sangre quedaba automáticamente excluido. Quien no, tenía ante sí la posibilidad de sentir durante unos segundos una emoción similar a la que experimenta un paracaidista en caída libre. Un chorro de aire de 200 kilómetros por hora, impulsado por un motor de 1.200 caballos instalado en un trailer, elevaba a los participantes sobre un túnel neumático. A pesar de la potencia del motor, que eso sí, emitía un ruido tan ensordecedor que los agentes de la Policía Local se veían obligados a usar cascos, no había ningún riesgo de que alguien saliera despedido. «Las dos personas que los sujetan por los pies sólo están para que no se vaya hacia los lados si estuviera solo, pero para salirse tendría que ser un paracaídista experimentado y saber cómo moverse en el aire», contaba Roberto Calvo a los mandos de la maquinaria que desataba la turbulencia de aire. «Aquí suben niños desde seis años», añadía. «Estoy reventado», aseguraba el joven de 20 años Ángel Blanco, después de sentir la emoción de los pájaros. «¿Te costaba mantener la posición?», le pregunta el periodista. «No, ha sido como un acto reflejo». La afluencia al túnel de viento fue creciendo a lo largo de la mañana, en cuanto se corrió la voz por las bodegas del casco antiguo. Muchos estudiantes desconocían que el Ayuntamiento había instalado la atracción y sucumbieron al encanto de los vinos y la limonada, pero sin llegar, como ha llegado a suceder algún que otro año, a sufrir borracheras tan graves como para caer en el coma etílico. A última hora de la mañana, los voluntarios de la Cruz Roja desplazados en una ambulancia a la vulgarmente conocida como plaza de los culos por sus esculturas (plaza de San Lorenzo, en el callejero oficial) no habían atendido ningún caso de jóvenes ébrios.