Entre 10 y 12 millones de españoles tienen que soportar exceso de ruido durante veinticuatro horas al día
La sociedad actual lleva consigo altos niveles de contaminación acústica, con sonidos no deseados que llegan a los oídos sin a veces darse cuenta. En España, el país más bullicioso de la UE, la práctica totalidad de las viviendas sufren ruidos diurnos y nocturnos superiores a los permitidos, producidos en su mayor parte por el transporte, calculándose que la contribución del automóvil al ruido urbano alcanza el 75% del total. Según el Consejo Superior de Arquitectos de España, el imparable incremento de la construcción trae consigo el deficiente acabado de las viviendas con un aislamiento cada vez más precario. En una reciente encuesta realizada por BPB Iberplaco (empresa de yesos y aislantes) se afirma que a la cuarta parte de los españoles lo que menos les gusta de su vivienda es el ruido, tanto externo como interno. Por su parte, investigadores de la Universidad de Valencia han dado a conocer un estudio en el que se evalúa la contaminación acústica que sufrimos en España. Los resultados no dejan lugar a la duda. Entre 10 y 12 millones de españoles soportan exceso de ruido durante las 24 horas del día. El valor medio del ruido diurno supera los 72,8 decibelios, cuando lo deseable es no superar los 65. En cuanto a la noche, la media se sitúa en 37,5 decibelios (la OMS recomienda 30 como máximo), aunque hay personas que tienen que soportar hasta 63. Para combatir esta contaminación, que puede afectar a la salud tanto física como psicológica, existen muchas soluciones. Desde limitar el tráfico rodado, sobre todo en el centro de las ciudades, hasta actuar de forma preventiva en el diseño y planificación urbana pasando por campañas de concienciación ciudadana. Los expertos recomiendan evitar los lugares de ocio ruidosos, bajar el volumen de la televisión, radio o equipo de música, no hablar alto ni gritar, utilizar el claxon sólo si es necesario, procurar que los animales domésticos no molesten a los vecinos o apagar la televisión durante las comidas para conversar. Porque, en definitiva, el ruido no es más que un sonido sin valor.