Diario de León

Creado:

Actualizado:

DE LA HISTORIA de la radio en León no hay más que pespuntes escritos en dispersión y recuerdos volanderos por ahí perdidos. No se ha hecho en plan, como se debe. Algo habrá que contar de quien pasó ochenta años contando. Y cantando. O bailando, que muchos guateques hubo con sólo un transistor. O folgando, que la radio puso mucho ritmo y mucho bolero al meneo de automóvil en la España del coitus interruptus (claro, que si era Radio Popular de Astorga a esa hora del crepúsculo y estabas emboscado entre las encinas de Valdeviejas con la novia, lo que salía por el autoradio era un rosario desde la catedral o un sermón de don Marcelo que te fundía el misterio). Pero siempre la radio. Lo que es para este tiempo la tele, lo fue la radio hace cuarenta o sesenta años. El cantante que no trinara por el aparato no existía. La radio lo era todo. Franco no hubiera sido Dios sin los cafés radiados como disparos por Queipo de Llano, sin la radio del Parte a las dos y media y sin los pantanos radiados. La guerra agigantó la importancia de la radio (el golpe de Tejero, también). Acabadas las hostias civiles, todos pidieron árnica, basta de bronca, y la radio fue entretenimiento, ensoñación y cantinela... pero al servicio de Dios, la Patria y el Movimiento, que era también un buen meneo, pero sin cantar Celia Gámez o Machín, o sea, con marchas militares. Fue heroica la imaginación o valentía de la radio de provincias en esos años, incluso en los setenta, cuando las noticias se iniciaban citando una por una las autoridades civiles, militares y religiosas presentes en el acto; la información, después. En esos años empecé a hacer radio entre la fascinación por mi suerte y la temeridad de mis inclinaciones. Debieron despedirme en el primer día de programa porque hice una chufla sobre el Día del Caudillo, pero al director Teijeira le duró la ira dos segundos, después echó una risa y un ¡adelante! con un informativo que bordeaba lo ilegal. Hicimos radio. De la radiodifusión leonesa me interesan los valientes y los soñadores, los que rompieron techos o rejas de la ventana. Y recordaré entonces a Teijeira por brindar caminos, a Luis por enseñarnos los horizontes que caben «De costa a costa» y a Andrés «el Grajo» por moverse en las fronteras sin perder pelo en las alambradas.

tracking