Una belleza perfecta que no tiene un príncipe azul

Musa de las revistas del corazón durante décadas, Carolina Luisa Margarita nació un 27 de enero de 1957 entre los oropeles de una corte ligeramente cinematográfica pero con actores guapos y de primera línea. Estudió en los mejores colegios y su madre soñaba con que algún día se casaría con Carlos de Inglaterra. Sin embargo, a los 19 años, cuando Carlos y Camilla llevan un lustro de relaciones, ella conoce en una fiesta a Philippe Junot, un vividor que la engatusó y con el que se casó a pesar de la oposición familiar. Con 22 años y muchas infidelidades a sus espaldas, Carolina se divorció y comenzó su carrera amatoria, con nombres tan de moda en la época como Roberto Rossellini (hijo de Ingrid Bergman) o el tenista Guillermo Vilas. Pero en septiembre del 82 la muerte de su madre le hace caer de la nube en la que vivía y le enseña que su trabajo es el de princesa. Como tal conoce a Stefano Casiraghi, millonario, guapísimo y rendido enamorado. Se casaron en 1983 y tuvieron tres hijos: Andrea (heredero del Principado), Carlota y Pierre; pero siete años después de la boda, el 3 de octubre de 1990, Casiraghi se murió en un accidente y Carolina se hundió en un pueblo de la Provenza con sus tres hijos y un actor, Vicent Lindon. Tras casi una década oficialmente sola, Carolina se casa por sorpresa con un amigo de la familia, Ernesto de Hannover, príncipe alemán de dudosas costumbres y demostrado carácter violento que le da una hija seis meses después de la boda, en julio de 1999. Carolina se mantiene como una belleza deslumbrante, como se pudo comprobar en la fiesta anterior a la boda del Príncipe de Asturias, o esta misma semana en el funeral por el Papa Juan Pablo II, quien le concedió la nulidad con Junot y permitió que los tres hijos habidos con Casiraghi fuesen legítimos y tuviesen derecho al trono monegasco. Carlota, heredera de su belleza, se ha hecho la reina de las revistas a sus 18 años.