Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

Memoria y esperanza

Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

Creado:

Actualizado:

JUAN PABLO II ha culminado una vida plena y ejemplar. Se ha entregado a su misión hasta el final. Esta semana hemos asistido a su sepelio y a las innumerables muestras de afecto y admiración que su muerte ha suscitado en todo el mundo. Los descontentos de su tarea muy pronto estarán descontentos de su sucesor. A la hora de pensar en sus enseñanzas es oportuno recordar su exhortación, todavía reciente, sobre «La Iglesia en Europa». Al analizar la situación de este continente que tanto le preocupaba, nos dijo el último Papa que «tal vez, lo más crucial, en el Este como en el Oeste, es su creciente necesidad de esperanza que pueda dar sentido a la vida y a la historia, y permita caminar juntos». Según él, Europa ha perdido la memoria de sus raíces cristianas. Y, en consecuencia, no encuentra en sí misma las fuerzas para redescubrir los caminos del futuro. Sólo parece ocupada en disfrutar de las tristes comodidades que el presente le ofrece. Europa vive en el miedo, como si estuviera huyendo de sí misma. Esa misma es la actitud de los dos discípulos de Jesús de los que nos habla el evangelio de hoy (Lc 24, 13-35). También ellos parecen haber perdido la memoria de su larga convivencia con el Maestro. Han olvidado su vida y su mensaje, su autoridad y sus promesas. Han perdido la esperanza de un futuro que él podría asegurarles. Por eso se retiran desilusionados de Jerusalén. Huir a Emaús es una tentación para todos los cristianos. En esa decisión se descubre nuestro desaliento y nuestra más íntima frustración. En realidad nos hemos forjado un Mesías a la medida de nuestros deseos. Por eso lo hemos seguido. Pero al descubrir que nuestras aspiraciones no quedan satisfechas, lo abandonamos. Es curioso. En lugar de preguntarnos si nuestros proyectos eran justos y adecuados, renegamos de quien no los puede llevar a cumplimiento. En vez de hacer un examen de nuestras actitudes, optamos por la apostasía. En realidad, no nos importa la misión del Mesías, sino lo que nosotros podemos conseguir de ella. Partir el pan Menos mal que el Mesías no abandona a los que lo abandonan a él. Los acompaña por el camino, les explica las Escrituras, comparte con ellos la mesa y les reparte el pan. En ese momento lo reconocen. En este año dedicado a la Eucaristía meditamos en ello. - «Lo reconocieron al partir el pan». Jesús se había identificado con el pan que sacia el hambre. Se había dado en alimento. En la entrega de su vida se encuentra la señal de su identidad. Por ella puede ser reconocido como el Mesías de Dios. - «Lo reconocieron al partir el pan». También sus seguidores hemos de imitar ese gesto que a Él lo distinguía. No han de reconocernos por nuestras ceremonias y uniformes, sino por la capacidad de partir el pan y repartirlo con los hambrientos de hoy. - «Lo reconocieron al partir el pan». Por cierto esa es la señal por la que podremos distinguir la seriedad de todos los que nos hablan en nombre del progreso y de la libertad. Reconoceremos su sinceridad cuando compartan su pan y sus bienes. - «Señor, quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Amén.

tracking