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Expertos creen que la desunión entre progresistas y conservadores llevará a un pontífice de consenso

La división sobre el Papa podría alargar el Cónclave y prolongar el encierro

Los reformistas apuestan por Tetamanzi, que empiezan a verlo como «mal menor»

Publicado por
Fernanda Tabarés - enviada especial | roma
León

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Los 115 cardenales que elegirán al sustituto de Juan Pablo II se han situado ya en torno a dos bloques ideológicos que en realidad vienen a ser una representación de la situación de la Iglesia en estos últimos años. La corriente más conservadora estaría enrocada en torno a la figura de Joseph Ratzinger, mientras que la más progresista estaría definiendo todavía el perfil adecuado del nuevo obispo de Roma y utilizando al carismático Martini como punta de lanza. Orazio Petrosillo, analista de Il Messaggero , sostenía ayer que la candidatura del alemán se estaría encontrando con algunos problemas derivados de su edad -Ratzinger cumple hoy 78 años-; de su «rigor doctrinal», que podría dificultar el diálogo ecuménico y con la modernidad, y de sus conocidas limitaciones como gestor. Por su parte, el sector más progresista habría empezado a pensar en Tettamanzi como el único con posibilidades de administrar un cierto consenso. El arzobispo de Milán estaría recibiendo el apoyo explícito de Martini -al que estaría pesando la intención de muchos purpurados de convertirlo en banderín de enganche de una alternativa a Ratzinger- y la consideración de aquellos que empiezan a verlo como una suerte de «mal menor». Alianza progresista Hay quien sugiere, incluso, que se habría fraguado ya una alianza entre Tettamanzi y Re, en función de la cual el actual prefecto de la Congregación para los obispos se convertiría en el futuro Secretario de Estado, para garantizar que la complicada maquinaria administrativa que rodea a la curia no resulta dañada. Re goza además de la confianza de aquellos cardenales partidarios de que la Iglesia aborde la cuestión de la «colegialidad», una vieja demanda de muchos obispos que reclaman mayor presencia en el gobierno de la Iglesia. Este modelo reforzaría la teoría de los que sostienen que, tras el pontificado de puertas hacia fuera protagonizado por Wojtyla, su sustituto tendrá que ser un Papa dispuesto a reorganizar la Iglesia por dentro y a convocar un nuevo concilio en el que pronunciarse sobre cuestiones tan importantes como la bioética, el papel de la mujer o el celibato. La división en el seno del colegio podría repercutir en la duración del Cónclave, ya que los posicionamientos encontrados obligarían a realizar más votaciones de las inicialmente previstas, una situación que no le interesa a la Iglesia por la imagen de desunión que transmitiría. El franciscano padre Cantalamessa acaba de recomendar a los purpurados que fomenten la «unidad» y eviten «una Babel» dentro del cónclave. En cualquier caso, las notables similitudes entre este proceso y el de 1978 están sirviendo para advertir que quizás sea el momento de empezar a pensar en un outsider, denominación que la prensa italiana utiliza para referirse a un cardenal que a priori no figura en las listas de papables. Esto fue, exactamente, lo que sucedió con Karol Wojtyla, en quien nadie pensaba antes del Cónclave y a quien benefició el enfrentamiento entre Siri y Benelli. ¿Quién representaría ahora el papel del polaco? Para los progresistas, el candidato ideal podría ser Cristoph Schonborn. El austríaco fue compañero de estudios de Ratzinger.