LITURGIA DOMINICAL
La puerta del redil
LA SABIDURÍA popular conocía bien la importancia de la puerta. Tanto que ha ido recogiendo en algunos refranes una experiencia de siglos: «Casa con dos puertas mala es de guardar». «En casa con dos puertas, el ojo alerta». «Una sola puerta y el amo alerta». «Ni olla descubierta ni casa con dos puertas». «No me place puerta que a muchas llaves hace». Algunos de estos refranes nos advierten de la importancia de la puerta. Por ella se entra en la casa. Su función es la de facilitar el paso a los llamados a compartir la intimidad del hogar y la de impedirlo a los que no son deseados. La puerta nos guarda y nos defiende. Pero también ella ha de ser guardada y defendida. Defendida de todos aquellos que podrían forzarla. La puerta es umbral y acogida, pero es también defensa y protección. Es frontera entre el interior y el exterior, entre la familia y la multitud, entre el amor y los negocios, entre la verdad y la máscara. La puerta es el signo de la libertad de quien elige a sus amigos. El eco de un canto El evangelio de este domingo cuarto del tiempo pascual nos presenta siempre la figura de Jesús como Buen Pastor. En este año se nos ofrece el principio del texto (Jn 10, 1-10). En él se identifica Jesús con la puerta del redil. Por ella entran las ovejas que regresan de los pastos para defenderse del relente de la noche y de las alimañas. El salmo 118 evoca una liturgia procesional de acción de gracias. El peregrino llega al santuario y pide que le abran las puertas del triunfo y entrará para dar gracias al Señor (Sal 118,19). Pues bien, Jesús es la puerta. Por Él accedemos a la intimidad del Padre. En Él sale el Padre a recibirnos cuando volvemos deshechos y arrepentidos de nuestra aventura de falsa libertad. Si entramos por Él encontraremos la salvación. Los que no entran por Él son calificados en el evangelio como ladrones y bandidos. No es de fiar quien no accede a la comunidad por ese portón real que es el Señor Jesús, su vida y su mensaje. Los dones de la puerta La metáfora que se aplica Jesús es sorprendente: «Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos». He ahí una espléndida revelación de su ser y su misión, de nuestra vocación y nuestro destino. ¿ «Yo soy la puerta». Jesucristo es el Mediador entre Dios y el hombre». En Él se dan cita la divinidad y la humanidad. En Él se revela Dios al hombre, pero también se desvela el hombre ante su Dios. Jesús es el espacio del amor que se nos entrega en gratuidad y de la confianza que nosotros entregamos con gratitud. ¿ «Quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos». Con tres afirmaciones concretas se nos dice que Jesucristo ofrece satisfacción a nuestras aspiraciones más profundas. En él encontramos la salvación, la libertad y el alimento. Ninguno de esos bienes tendría sentido sin los otros dos. - Señor Jesús, que nadie se quede a tu puerta, sin atreverse a llamar. Que nadie pase de largo ante ti. Que nadie pierda la esperanza de ser abierto por ti para encontrarse contigo. Amén.