Diario de León

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Bocato di cardinale

Varios purpurados hablan sobre el Cónclave cenando en famosos restaurantes romanos donde la tradición gastronómica se une a la religiosa, con rezos que transcurren entre bocado y bocado

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Laudeano López - enviado especial | roma
León

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Frente a la Scola Elementale II Ottobre, a tiro de piedra de la plaza de San Pedro, se cocinan platos y algo más. Aquí, en el restaurante I Quattro Mori, donde de ninguna manera se sirve pizza, cenó hace 22 años Juan Pablo II. Dos fotos dan testimonio del acontecimiento. Desde ese día, I Quattro Mori ha visto pasar a decenas de cardenales por sus mesas de manteles amarillos, uno de los colores del Vaticano. Los últimos lo hicieron ayer. Ocho en total, según la versión de Marco Biplano, de Cerdeña, que sirvió a sus distinguidos comensales nada del otro mundo: ensalada del mar, lubina dorada y gambas, regadas con vino tinto (una botella para todos) y agua. De postre, fruta, melón, piña y manzana. Todo, al precio de 30 euros por cabeza. Biplano recuerda que en este minicónclave, gastronómico y del otro, participaron el arzobispo de Génova, Tarcisio Bertone y los purpurados de Uganda, Emmanuel Wamala, Croacia, Josip Bozanic, y Praga, Miloslav Vlk. Su memoria inmediata no da para más y es una pena, aunque basta para comprobar que fuera de la Ciudad Santa se sigue trabajando por el futuro de la Iglesia. «Hablan piano, piano (muy bajito)», subraya el sardo, al que su profesión no le permite revelar lo que se cuece a pocos metros de sus fogones, aunque sí fumar e invitar a café mientras echa por tierra la leyenda de que, en su extraordinaria visita, Juan Pablo II llegó a pie al restaurante y acompañado sólo de un reducido grupo de asistentes: «Lo hizo con varios guardias de seguridad y alguien reservó por él el día anterior». Veintidós años después, muchos piden sentarse en la silla que ocupó el Santo Padre, de la que me levanto para dirigirme hacia L'eau vive, de las Trabajadoras Misioneras de la Inmaculada, donde se alimenta «el estómago y el alma», subraya María, vietnamita. Toca viaje en taxi con Bido, que también ha prestado sus servicios a cardenales. «Muy callados, gente normal, como nosotros. Pagan bien». O sea, religiosamente. Como religiosamente abre sus puertas, a las doce y media en punto, L'eau vive, de comida francesa. A la entrada del local hay un mini altar con una foto del pontífice apoyada en una estatua de la Virgen.

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