Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

La ministra de los treinta metros

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VICTORIANO CRÉMER
León

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NI REMOTAMENTE PRETENDO persuadir a los posibles lectores de estos partes provincianos de guerra que la ilustre ministra de la vivienda, de sótanos y rascacielos, mida treinta metros de estatura, Dios me libre, sino que la señora ministra antedicha, en uso de sus facultades y de sus misericordias lucha enconadamente por solucionar uno de los más graves problemas por los que intenta pasar el gobierno de Zapatero: la provisión de viviendas, sobre todo pensando en los jóvenes de unas medidas no superiores a los treinta metros de eslora, en cuyo espacio le sea posible a una joven pareja, vivir y multiplicarse. Sobre todo vivir, porque multiplicarse en tan reducido espacio, no es posible ni encomendándose al Papa milagrero, Juan Pablo el segundo (te quiere todo el mundo), apto ya para el milagro. La señora ministra, cuyo nombre me es negado por la cortísima memoria mía, parece estar convencida de que treinta metros de manga da para navegar sin riesgo de morir asfixiado, pero ya me gustaría comprobar si la dicha ilustre ministra o el no menos ilustre habitador de La Moncloa, serían capaces de vivir dignamente en un espacio tan reducido. Y es que, según aseguran los técnicos en la materia, España no está para abaratar los espacios habitables a la medida del ser humano, sin tener que cortar a éste por la mitad, y en la vista de esta imposibilidad fundamental para el gobierno de la ínsula, piensa, calcula y demanda, vivie3ndas de 25 ó de 30 metros. Para la pareja recién «ajuntada» claro, porque para un matrimonio ya con algunos meses de experiencia amorosa no cabe ni suponerlo. Nos encontramos, pues, no ante un problema derivado de la incapacidad administrativa para contener y recortar el precio de las viviendas normales, es decir aquellas dentro de las cuales incluso cabría la posibilidad de contar con un embarazo y un parto, no, sino de la prueba más fehaciente de que así no se puede contemplar el problema ni en buena doctrina cabría admitir que con tan escasas perspectivas habitables podría una pareja amarse. Sospecho, sin malicia, que esta ley de la rebaja de medios y de modos para realizarse está a punto de convertirse en ley del más difícil cumplimiento para el ciudadano de a pie, forzando a éste a buscar los medios imprescindibles para conseguir el alquiler de un espacio en el cual pueda acogerse un niño de nueva creación con su cunita. Y del mismo modo y por la misma razón dado que tampoco se rebajarán las tarifas de todos los artículos de primera necesidad, sin los cuales la vida deja de ser vida, se llegará a recomendar el alimento a media ración, el vestido del taparrabos y el agua de lluvia en lugar del agua embotellada. Algo le debe faltar o sobrar al Gobierno para no encontrar solución a esta situación alarmante que pueda dar como resultado la disminución de la población o su mantenimiento mediante la inmigración de ecuatorianos. A este paso regresaremos a los tiempos de la cueva personal o de la garita, abandonando a los niños, una vez nacidos, en torno del Hospicio Provincial, al cuidado de las monjitas, las pobres, que no han tenido ni arte ni parte en el feliz acontecimiento. La música descriptiva, que es la afición más desarrollada, se hace eco de esta situación: Y por el patio de la vivienda de vecinos de treinta metros se puede escuchar aquello de: «... Qué felices seremos los dos y qué dulces los besos serán viviendo en mi casita de papel».

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