Diario de León

«Aquí no hay que tener prisa»

El montañero leonés seguirá el consejo del sherpa Apa -«bistare, bistare (despacio, despacio)- para escalar la Cascada del Khumbu, la etapa más peligrosa del Everest

El leonés Jesús Calleja, en el campo base, frente a la gigantesca lengua de nieve y hielo del Khumbu

El leonés Jesús Calleja, en el campo base, frente a la gigantesca lengua de nieve y hielo del Khumbu

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León

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Estoy ante una montaña tan impresionante que es como una fijación. Es un montañón. Los últimos rayos de sol iluminan la Gran Cascada. Pero me he cansado de mirarla desde el campo base; es el momento de subir para montar el campo 1, a 6. 000 metros. Es la etapa más peligrosa de la expedición, aunque no sea la más compleja. Voy a hacer un porteo muy duro, de mucho peso, con las tiendas del campo 1 y del campo 2, seis cartuchos de gas, un infiernillo y comida deshidratada, además de unas raciones de las que me tengo que agradecer a la Academia Básica del Aire de León. Probaré qué tal funcionan en altura. Tengo que llevar también estacas de aluminio (para el hielo) y bambú (para la nieve) para sujetar la tienda. En el campo 1 hay que apalear mucho para quitar la nieve y preparar una meseta muy aplastada para poder fijar con seguridad la tienda. Es una labor costosa, sobre todo la primera vez que se sube, porque todavía el proceso de aclimatación no está concluido y por el estrés de escalar la Cascada del Khumbu. Intentaré llegar al campo 2 -a 6.900 metros- dejándolo un poco instalado y regresaré de nuevo al campo base a descansar porque el cuerpo no está aún adaptado a esta altura. Hace falta un mínimo de 21 días para que el cuerpo genere los suficientes glóbulos rojos como para poder trabajar con ciertas garantías ahí arriba. Después de desayunar, preparar las raciones, hablar con el sherpa y colocar la tienda -se me desarmó por la noche por el fuerte viento- hicimos una ofrenda de dos horas, una puya negra para protegernos y no caer en ningún agujero y otra naranja para que no nos caiga nada encima. Ha sido emocionante mi conversación con el sherpa más fuerte del mundo. Apa sherpa ha estado catorce veces en la cima del Everest. Cualquiera de nosotros seríamos ricos, pero él sigue aquí con toda su humildad. Ha tenido la deferencia de acompañarme durante la puya y hemos quedado para tomar un café en el Everest. «Bistare, bistare» -(despacio, despacio)- me ha dicho. En esta montaña, me ha dicho, no hay que llevar nunca prisa, hay que ir despacio, hacer las cosas con mucha tranquilidad y sobre todo no dejar que la cabeza piense mucho porque la montaña tiene tantos peligros escondidos y si se piensa en ellos no avanzas, te vas abajo. Estamos en el campo base todos los compañeros que compartimos el permiso de escalada, entre ellos el oscense Carlos Pauner que es el único que va a intentar subir sin sherpa y sin oxígeno. Muy pocas personas en el mundo pueden hacerlo. Por los consejos que me ha dado Apa sherpa creo que yo tendré que emplear oxígeno a partir de 8.000-8.400 metros en el momento que salga para cima. Hay mucha nieve hasta el campo 2, pero a partir de ahí está muy pelado por el viento. Esta es una de las circunstancias menos apetecibles para la escalada pues con nieve tallamos escalones al andar y es muy cómodo ascender y descender.

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