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Publicado por
JOSÉ CAVERO
León

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DESDE HACE AÑOS es conocida la buena relación personal de los matrimonios que integran, de un lado, José María Aznar y Ana Botella, y de otro Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid y su ingeniero esposo. También llamó la atención, en su día, que Aznar solicitara a Gallardón que diera una oportunidad en su equipo a Ana Botella, como concejala y teniente de alcalde. Hasta ahí, un ejemplo de la endogamia y buenas relaciones entre la clase política española y madrileña, como hay tantas. Sucede, sin embargo, que en los últimos tiempo, y una vez que José María Aznar ha quedado, en parte por propia voluntad, en parte por los deseos de Rajoy, un tanto apartado de la vida política, se ve reemplazado en su crítica diaria y en el ejercicio de la oposición al gobierno socialista por esas dos mujeres de su grupo, su esposa y la presidenta Aguirre. A menudo ha dado la sensación de que Aguirre aspiraba, incluso, a relevar al mismísimo Rajoy con las críticas más aceradas y severas contra el jefe del Gobierno, al que viene acusando de marginar a Madrid, privándole de las subvenciones y ayudas que pudo haber contado en los años del aznarismo. La sorpresa de los últimos días es que Ana Botella parece haber dado el paso hacia el ejercicio de la oposición al gobierno, desde su más modesta condición de concejala de un Gallardón que parece tener fácil comunicación y entendimiento con Zapatero. La señora Botella ha proclamado estos días que «nunca hubo un Gobierno tan sectario como el de ZP», afirma que el presidente trata de decir a cada uno lo que quiere oír, sostiene que Rodríguez Zapatero no pone la ambición de su país en la cota más alta, y subraya el liderazgo de Rajoy en el PP. También se lleva estos días atacar al gobierno por razón de la «hipótesis de trabajo de los pisos de veinticinco o treinta metros cuadrados». Otro de los duros del PP; Ángel Acebes, ha hecho el gran hallazgo comparativo al proclamar: «La gestión del PSOE cabe en un piso de veinticinco metros cuadrados». Ni siquiera en el de treinta. Sigue la misma senda la señora de Aznar: «En Madrid se intenta acabar con los pisos de 25 metros cuadrados porque son infravivienda». Y eso que los constructores explican que resultar más caros de hacer que uno de noventa.

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