Se analiza la vida microbiana de un campo hidrotermal descubierto bajo el océano
Los científicos buscan en la atlántica «Ciudad Perdida» el origen de la vida
Hay chimeneas que superan los 50 metros de altura y que emiten fumarolas blancas
En el año 2000, un grupo de científicos dirigido por la oceanógrafa Deborah Kelley de la Universidad de Washington, descubrió por azar en el fondo del océano Atlántico, casi a medio camino entre Europa y América, un campo hidrotermal único en el planeta ya que no depende de la actividad volcánica. Bautizado como la Ciudad Perdida, en honor de la Atlántida, se puede ver sobre ella chimeneas que superan los 50 metros de altura de las que se desprenden fumarolas blancas. Casi tres años después del descubrimiento, los investigadores regresaron a la zona para recoger a bordo de un sumergible, muestras de rocas y fluidos. Los resultados de los análisis, publicados en la revista Science, revelan diferencias químicas y geológicas con las fumarolas volcánicas, así como la existencia de gran cantidad de biomasa. Según los científicos, la Ciudad Perdida lleva activa desde hace más de 30.000 años y puede continuar durante muchos miles más. Los campos hidrotermales conocidos hasta el momento necesitan de la actividad del magma para calentar el agua que circula bajo el suelo del mar. Son las fumarolas negras, que expulsan una mezcla hirviente (de 200 a 400 grados centígrados) y oscura de minerales. Sin embargo, el origen de las fumarolas de la Ciudad Perdida se debe a una reacción química entre el agua del mar y la peridotita, un material verde muy denso que sólo se encuentra en las capas más profundas del manto terrestre. Esta reacción genera gran cantidad de energía en forma de calor que impulsa la mezcla a una temperatura de entre 40 y 90 grados centígrados a través de los orificios de las rocas que posteriormente se solidifican. Su color es claro porque, al contrario que las fumarolas negras (contienen sulfuro de hierro) los fluidos liberados poseen gran cantidad de hidrógeno y metano que al mezclarse con el agua forman cristales de carbonato que se solidificarán formando las chimeneas. Organismos unicelulares Al tratarse de un ambiente fuertemente alcalino y carecer de dióxido de carbono, principal fuente de energía para los organismos descubiertos en las fumarolas negras, los investigadores no contaban encontrar muchas formas de vida. Sin embargo, han descubierto tanto dentro como fuera de las cavidades la presencia de gran cantidad de biomasa que va desde pequeños gusanos, bivalvos y gambas hasta organismos unicelulares adaptados a vivir del hidrógeno y del metano. La presencia de esta vida microbiana ha llevado a los científicos a pensar que pueden albergar datos sobre los inicios y la evolución de la vida en la Tierra y, tal vez, en otros lugares del mundo. Tal vez por esta razón, el equipo de Deborah Kelley bautizó con el nombre de Poseidón el monolito blanco de más de 60 metros de alto y unos cuatro de diámetro que se encuentra en la Ciudad Perdida, en honor del dios griego del mar encargado de conservar el mundo submarino que le había sido encomendado.