Diario de León
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LUIS ARTIGUE
León

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EN EL ARTE ACTUAL no todo es económico y excéntrico y esdrújulo. No, también hay quien desea llegar al corazón de la gente, quien quiere regalar belleza e intensificar la existencia a su alrededor. Parece que el arte actual, como el sector inmobiliario y la banca, se ha sumado a la cultura del pelotazo, pero quedan reductos: hay otro arte hoy. Siguen existiendo en la actualidad, sí, artistas genuinos cuya generosidad demuestra aleccionadoramente que respetan y aman el oficio que han elegido. Aún quedan, sí, y un buen ejemplo es el taller de escultura al aire libre que se está desarrollando ahí, frente a San Marcos y al Auditorio, a la orilla de la vida de la gente, así, enseñando por amor y sin presupuesto millonario. Reconcilia con el arte actual esta experiencia en la que el escultor leonés Amancio González -el cual ha comprado de forma privada esa gran piedra- enseña ahí gratuitamente a gente diversa su oficio. Transmite. Forma. Informa. Lo hace mientras todos nos preguntamos por qué dicha escultura no se queda en León. ¡Pues no! Muy pronto esa obra, Don Quijote de León, se irá de nuestra ciudad como si se tratara de uno de nuestros jóvenes con talento que se tiene que ir a trabajar fuera porque aquí nadie le apoya. Oh, como huyendo de las moscas de Eduardo Arroyo -esa otra escultura urbana que el Ayuntamiento de León sí ha pagado a precio millonario-, Don Quijote de León se nos va también de aquí. Pero lo sorprendente de este taller no está siendo la desidia municipal, sino la reacción de la gente y las historias personales de quienes participan. Sí, el arte actual también puede hacer algo por la vida de la gente. Ir a esa rotonda donde están creando colectivamente es percibir de forma palpitante la conexión entre creación y vida, es asombrarse con la generosa labor que está realizando este escultor y es comprobar como el arte actual también puede dar esperanza y sentido. Les cuento. Isidro, prejubilado de la mina, tiene mucho tiempo libre y vino por curiosidad. Está haciendo una mano en piedra y viviendo una experiencia humanamente irrepetible. Le asombra que Amancio haga todo esto. Buyo es artesano y está modelando un elefante. Ama la escultura con materiales reciclados y sabe que este taller es un lujo. Manuel ha venido desde Canarias para trabajar la piedra y conocer León; le parece una ciudad muy intensa. Nieves esculpe hogazas de pan y vino aquí para aprender, pero está emocionada porque, además, ayuda. Nico, estudiante de arquitectura, hace cabezas y amigos. Ana ha empezado varias piezas pero no le salen. La ayudan entre todos. Jorge tiene diez años y acaba de descubrir el mundo de la piedra. No falta casi nunca a esta cita. Masud es un artista de Irán, este taller le ha cambiado la vida y me confiesa que es muy tímido y la escultura le ha hecho aún más tímido pues pasa mucho tiempo en el taller. Pero aquí ha aprendido que crear es dialogar con la gente, que el arte es por y para la gente. Recomienda esta experiencia a cualquier artista. Y Elva, una pintora hermosa como la libertad de expresión, hace un grabado en piedra. Y los demás, otros, todos, grupo humano descubriendo un mundo porque este generoso artista leonés a querido abrir sus puertas. ¡Qué hermosa y oportuna forma de hacernos saber que existe otro arte actual al que sí le interesamos! Al lado de la escultura hay un cuaderno en blanco en el que quien pasa, y se para, y escucha y ve, y siente, a veces escribe algo. Palabras de ánimo y de exigencia siempre. Es un clamor popular: «¡Amilivia, te llevas la escultura y nos dejas el polvo», ha escrito alguien, por ejemplo. Quiero pues, con afán constructivo y con todos los respetos, hacerme eco ahora de lo que he visto y oído allí: señores políticos con responsabilidades en materia de cultura, la gente de aquí quiere que esta escultura se quede en León. Señores políticos municipales, la gente quiere mayoritariamente que pasen ya a bronce el Gigante de Santo Domingo, obra de este mismo generoso escultor que la regaló a la ciudad, para que no se estropee ya de forma irreparable¿ Sí, arte actual: los responsables culturales públicos se deben a la gente, no a los expertos.

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