Diario de León
Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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SE ME OCURRIÓ PENSAR en la imagen que ofrecería al viento y a la nada la provincia de León dentro de un millón de años. Lo primero que tuve que aceptar es que el hombre ya no estaría en la tierra. El hombre fue un breve episodio en la historia, tampoco demasiado larga comparada con el universo, del propio planeta. El hombre ya no será nada dentro de ese millón de años. Y nadie podrá saberlo, nadie podrá elucidarlo. Probablemente. La provincia será un territorio salvaje. Un gran bosque, tal vez un desierto. No sé qué animales la poblarán. Lo que sí barrunto es que nadie podrá saber entonces que en ese territorio hoy minero y mercantil, de pan llevar y de alta chacinería, existió una cosa que llaman identidad. Que hubo amores al terruño; temblores delante de las vírgenes patronales, risas junto al vino, bailes regionales. Nadie sabrá que hubo llantos cuando la Cultural subió a Primera y llantos cuando la Deportiva ¿subió? a Segunda allá por el año 2005 después del Señor. Aquí hubo identidad, sí, pero también mujeres desnudas. Y hombres. Aquí hubo pasiones, pechos, bocas, manos, nalgas, penes, intrépidas combinaciones de esas provincias anatómicas. En muchas casas, en el campo, siglo a siglo. Aquí hubo bares, gaitas, romanos de verdad, clérigos de Astorga. Aquí estuvo Octavio Augusto luchando contra los cántabros, aquí estuvo el Partido del Bierzo luchando contra León. Pero todo eso ya no será nada, ni siquiera el emperador. Y tampoco será nada Ratzinger, con su fe poderosa, con sus anatemas bávaros, con sus rezos admirables, con su extraña historia (da lo mismo que fuera falsa que cierta) en los alrededores de Molinaseca. Un millón de años, el fin del botillo y la televisión; del plan Ibarretxe y de los sindicalistas (liberados o no); de la ley y el orden, de la anarquía y el desorden. Un millón de años, la provincia acaso es un lago. Un Carucedo grande, costas donde rebrotaron los dinosaurios. Y una sensación incómoda de no saber si el tiempo corre del pasado hacia el futuro o si del futuro hacia el pasado, como últimamente parece sugerir Stephen Hawking. Dentro de un millón de años los picos de Europa tal vez sean montañas dulces, agallegadas, pero ya sin ningún eco de Rosalía por entre los castañares de sus faldas. Dentro de un millón de años Ponferrada será un gran pantano rodeado de líquenes, no sé por qué la imagino en una glaciación. Ponferrada bajo la nieve, o bajo el hielo, una Ponferrada que ya no existe. Los hierros últimos murieron, las ruinas más persistentes, las piedras que miramos. Todo fue sepultado por el tiempo, por las ventiscas, por el olvido. Y León capital también en la nada, campos fluviales sin gente ni memoria; y Zapatero en el vacío. Un pájaro divino sobrevolará la provincia de León en el año 1.002.005. Un pájaro de la literatura y el vértigo. Un pájaro negro, o blanco, da lo mismo. Un pájaro que cruza la demarcación, que divisa peces enormes en los ríos; y extraños mamíferos donde estuvo la catedral de León. Un pájaro que me vino a ver esta mañana, con esta historia rara del millón de años, tal vez como antídoto natural frente a tantas semanas de papas y milagros, de solideos y sotanas. De lloros de monjas polacas y de fervorines de chicas guapas de la derecha y la fe. De canciones eslavas, de excomuniones, de soñar con el cielo, de casi verlo en la tierra, de sepulcros que son un camino hacia el más allá. De cadáveres que hoy son presencias infinitas que cantan junto al Altísimo. Y que miran, por una rendija inenarrable, la provincia de León. Ahora lo entiendo: la están mirando desde el paraíso, fuera del tiempo, y yo debo ser un emisario traidor de tantas emociones, tantas.

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