CRÉMER CONTRA CRÉMER
La caída del imperio romano
LA CAÍDA del imperio romano, debió conmover al mundo, sobre todo aquella parte del orbe que al fin se había librado de la tiranía ilustrada que el dominio universal romano implicaba. Lo mismo sucedió cuando la España imperial fue despojada, seguramente por la torpeza de sus gobernantes y por la inflexible razón de la mudanza de las cosas, perdía sus territorios coloniales, que incluso llegaban a Sumatra, a Java y a las Américas de Vespucio. Nada es eterno en la boda, ni los seres humanos ni los estados y hemos de atenernos a contemplar con templanza el fluir y la desaparición de las aguas de los ríos que dicen que van a dar a Endesa, en forma de amperes para uso doméstico. Convencidos de esto, apenas si nos llegamos a sentir tristes o despojados, cuando la colaboradora de estos trabajos nos informa de que en el País Vasco se había producido un fenómeno político, social y religioso que supera en densidad, intensidad y consecuencias al resultado electoral que dio con el lehendakari felizmente dominante en tierra, ya al parecer sin posibilidad de celebrar el famoso referéndum para alcanzar la independencia de Bilbao. Según estos informes que nos fueron transmitidos libremente, sin coacciones de ningún género, por primera vez en España y sin que ello deba ser motivo de bronca nacional, se contabilizaron más mujeres que hombres en el parlamento general de la tierra vasca. Según los datos que nos son retransmitidos, en el Parlamento Vasco figurarán como representantes genuinas del sexo femenino, 38 briosas damas por solamente 37 varones, más o menos barbados. Así, a lectura rápida, como con El Quijote y sus lectores, el suceso puede no parecer importar demasiado a los efectos de la gobernación del país entero y de su manejo, pero a fuer de miembros perspicaces de la policía secreta, estamos en condiciones de asegurar que es, a partir de este día y de este evento, cuando de verdad podemos considerar que comienza un nuevo estilo, un inédito talante, una forma diferente de enderezar los pasos y las rutas de la España de Isabel y Fernando. Así, no llegaremos a conseguir el imperio ni haciendo rogativas a Juan Pablo el Segundo (te quiere todo el mundo), que es el santo de moda. El mundo vasco, a partir de este fenómeno político, análogo a la más violenta explosión nuclear, España y los españoles ya no serán lo que fueron, sino todo lo contrario. Y el varón domado se verá obligado a obedecer las órdenes emanadas del mando, que, naturalmente ejercerán las ilustres damas con la severidad, diligencia y radicalidad que en la mujer son virtudes congénitas. Y nadie dice que ya con las señoras estupendas en el poder, la vida en términos generales será más ardua, más controvertida, más peleona, sino que todo, absolutamente todo el entramado político y social de la España invertebrada de Ortega se verá obligada a cambiar sus rumbos. La gentil colaboradora que me hace partícipe de esta importante primicia informativa, intenta consolarme asegurando que no todas las mujeres son ni más buenas que los hombres ni más perspicaces. Y me invitan a que repase las notas de convivencia, aptas para todos los tiempos que se anuncian: «Cuando soy buena, soy buena; cuando soy mala soy mucho mejor» (Mae West). « La más tonta de las mujeres puede manejar a un hombre inteligente; pero sería necesario que una mujer fuera muy hábil para manejar a un imbécil» (Rudyard Kipling).