CORNADA DE LOBO
Qué cabrón
LAS FOTOS que señalan la autoría de cada columna fija en un periódico son muchas veces de las de «se busca». Hay que ver qué jerós. A Umbral, por ejemplo, le ponen un retrato enchufando el rostro desde abajo y, si ya es altanero el rapaz de por sí y desde guaje, visto así parece un evolucionado depredador temible y agilísimo capaz de soltarte una sentencia tan certeramente, que cae vertical y mortal sobre el pobre lector apabullado que no imagina cómo poder replicar a tanta catarata. Porque Umbral sigue escribiendo de cagarse y de temblar, sigue sembrado de estaca reverdecida y sobrado de facultades. Umbral es matador de cien distintos pases de filigrana sin moverse de la silla. Y si se levanta de ella, que corra el toro si en algo estima su morrillo o si quiere salir de la faena sin esas sus puyas. Sus rejonazos son tan adornados y soberbios, que la mitad de los tendidos prorrumpen en una automática ovación con flamear de pañuelos y la otra mitad se caga en su madre con flores atadas a un cuchillo. Eso se llama división de opiniones. Y eso es un torero, sí señor, uno que se ata los machos para arrimarse a toda suerte de pablorromeros o victorinos o coquetear en las querencias de felipes o aznares, del acratismo de greguería o del despotismo ilustrado de quien viaja en la carroza de la intelectualidad. Y se deja querer en esas tablas y después se va de allí y vuelve y te enreda y sabe hacer la faena al natural o por derechazos, que es la suerte de la que ahora abusa; y hasta cuando lo hace mal, aturde con molinetes y revoleras y el devoto le besa el culo como un romerista a su santo Curro de las Espantadas. Entonces, cuando al finalizar una columna el lector exclama un «pero será cabrón», es que el artículo salió redondo y certero; o dice que esa columna es «cojonuda» y bien armada de cuernos, pues unas pelotas del doce y una cornamenta acerada son las señas de Umbral y del macho cabrío o cabrón que, de no tener compañones o criadillas, se quedaría en castrón. Y no es el caso, pues a don Paco nadie le dice castrón. Buena señal. Hasta su más cerval enemigo ha de quedarse en el «será cabrón» ante la talla del maeztro y mataó, va por uztede. Pocos dan tanto espectáculo, incluso cuando adopta su lema preferido: «Si no puedes convencerles, confúndeles».