Diario de León

El paisanaje

Bodas, bautizos y comuniones

Publicado por
Antonio Núñez
León

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CUANDO un servidor se casó por última vez mi suegra, que era la tercera y quería un yerno a estrenar, se puso borde en la ceremonia con un «esto no es boda ni es nada». Ahora, desde que hace un par de semanas el Gobierno legalizó los matrimonios homosexuales, la buena señora no dice ni mú, porque cada vez que me chilla contesto con otro «estoy hasta donde usted ya sabe de su hija y le pido respetuosamente ahora la mano de su hijo». Mano de santo, de forma que en casa ya ni siquiera se discute por el mando de la televisión. Lo de los casorios gais ya harta y tiene al personal hasta la coronilla, casi tanto como la feria de abril del Vaticano a cuenta de la sucesión del Papa. Es en lo único que estamos de acuerdo mi suegra y yo, así que cuando el otro día eligieron, por fín, a Ratzinger los dos dimos un suspiro de alivio. «Menos mal que los cardenales están todos solteros, porque, si no, a saber cuándo podríamos cambiar de canal», me animó con gran familiaridad. Como se venía diciendo, lo de las uniones de gais y lesbianas aburre hasta las ovejas. ¿Que se quieren casar? Pues allá ellos y ellas, porque se van a enterar de lo que vale una suegra. ¿Que los alcaldes del PP de León y Valladolid no quieren oficiar el enlace? Cóño, pues que oficialicen la unión con un apoderado del Banco de Bilbao o de Caja España mediante hipoteca, vínculo civil que dura religiosamente como mínimo de veinte a treinta años. El que más y la que menos llega a las bodas de plata porque no queda otro remedio.. Quitanto lo de la adopción de chavalines, que como bípedos seguramente preferirían tener papá y mamá al igual que los animales de cuatro patas, todo lo demás sobra en esta polémica artificial que ha creado la clase política, quién sabe si para distraer al personal de la campaña del IRPF. Porque también en esto Hacienda es muy liberal y le da lo mismo cómo se barajen las parejas en la declaración conjunta de la renta: aquí se paga hasta por la coyunda, independientemente de los cónyuges, y la cuestión es joder a todos con los impuestos, dicho sea con perdón. De modo que los gais van dados, y más si fuman en la cama, por el puro que les van a meter con lo de las tasas del tabaco. Allá ellos. Hay algunos aspectos de la nueva normativa sobre bodorrios que podrían dar todavía, sin embargo, mucho juego en las televisiones y en los periódicos, si de lo que se trata es de marear la perdiz para que la gente se olvide de los problemas cotidianos, impuestos aparte, como los follones vasco y catalán, la despoblación de los pueblos viejines (esto no lo van a resolver los homosexuales, buenos vecinos como el que más, por otra parte), la falta de puestos de trabajo en la agricultura y la ganadería, donde ya no crecen ni los nabos ni los rabos, la inmigración, los tipos -y las tipas- de interés en las hipotecas, etcétera. Por ejemplo, si el Gobierno propone revisar la Ley Sálica, que impide heredar la monarquía si no es por vía de sucesores varones, para que pueda reinar una presunta hija de doña Leticia se podría prever también en la Consticución la posibilidad de que un príncipe, digamos que perdiera aceite o alegre gay a lo monegasco, valga la redundancia, matrimoniara con otro de barba y adoptaran un principín por razones técnicas. Pongamos, por ejemplo, a un servidor, que se ofrece voluntario. A la Casa de Borbón en el continente o a la de Windsor en las islas, ambas con gran tradición secular de matrimonios morganáticos y lo que cuelga -el rey o la reina consorte sólo gobiernan en la cama, pero para lo demás tararía que te vi- les podrá parecer una real mariconada, dada la histórica afición de ambas familias por repoblar, incluso fuera del tiesto, con la tira de retoños asilvestrados. No obstante el Gobierno debería tomarlo en consideración, por si la raza degenera. Y, ya en plan burgués, está el problema provinciano de las bodas de conveniencia. Cierto primo segundo se me declaró ayer mismo con un «macho, o nos casamos tú y yo o la herencia de la abuela va a parar al obispado». Antes de darle el «sí» lo consulté con mi señora esposa, la cual estuvo de acuerdo en que, conociendo a los dos, el único riesgo es que desapareciéramos de putas para pulir el patrimonio de la familia. «Menos eso allá tú lo que hagas con tu vida», me recalcó. Tambien dice con flema británica que, por una vez, las cadenas de televisión españoles se parecen a la BBC inglesa por lo de «bodas, bautizos y comuniones», por lo civil. Por si fallara el chollo monárquico o el de mi primo servidor ha encargado publicar mañana mismo un breve, sección anuncios por palabras, que pone «ofrécese hetero-homo-bi-trans sexual para lo que haga falta con cursillos prematrimoniales y la mili ya hecha». Razón aquí.

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