Diario de León

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ESTO de colocar una foto encima de la columna nos hace parecer a san Simeón, el asceta que pasó cuarenta años subido a una vieja columna romana en la Siria del siglo V mirando hacia el desierto, que es donde predican los aloriados. Por eso le llamaron Simeón Estilita. Subido a columna de papel y tinta te pueden llamar como mucho estilista; y eso, más que piropo, es patada con espoleta. Desde aquí también se ve el desierto. Pero lo que no se entiende es esa foto, norma hoy de todo periódico. Es foto pasada de rosca o pose y muchas veces tiene nada que ver con la estampa actual del susodicho (pasa lo mismo con las fotos del carnet de identidad en la que ninguno nos queremos reconocer). Esa foto, pues, es una mentira informativa, pecado gordo tratándose de un periódico que ha de conjurarse sólo con la verdad. Además, es cara tiesa y foto repetida, delito grande en un diario. Debería insertarse -ya que no desaparecer- una foto del articulista más actual -del día, si me apuran-, pues la tecnología lo permite hoy y hasta el móvil lo resuelve. Deberíamos ver la cara del autor cuando escribió el artículo y sería revelador; en ocasiones esa cara contaría más que el propio texto. Dirán que eso es caro, engorro, inusual, inútil e innecesario. Vale. Pero llegará el día. Los periódicos digitales ya lo demuestran. Mientras tanto, solventemos la cosa con un plan que no podrán negarnos, a saber: Ténganse a mano media docena de fotos del firmante en diferentes poses o gestos, porque si en la foto de cabecera sale sonriéndose y el texto es aquel día necrológico, parecería burla, mofa. De esta forma, a columna sesuda, careto conspicuo; tema cachondo, foto con jolgorio o carcajada; artículo político, cara de loco; y así. Hay días que piden careto con gorra contra relente o pedrada; o cara descubierta de sombrero en señal de respeto o saludo; con corbata y sin ella. Adecúese el careto al tono de la pluma. Lo exige el imperativo de actualidad del medio y la coherencia de disfraz en el teatro de las opiniones. Ah, y yo, además de la media docena, me pido también una foto con moño, pendientes y tetas por dos elementales razones: primera, porque por ahí van los tiros y las aceras; y segunda, porque ese día dejaría que escribiera mi artículo Luzdivina Montañés, que es mi negra.

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