El futuro de la alimentación mundial pasa por el aumento de la acuicultura

El 70% de los caladeros mundiales están sobreexplotados y está en peligro el equilibrio de la biomasa marina. En la actualidad, la UE recomienda reducir las capturas de merluza o bacalao, por estar amenazadas y, en un futuro no lejano, pulpo y centollo correrán la misma suerte. Para proporcionar proteínas y vitaminas de calidad procedentes del pescado y alimentar a una población mundial que crece a gran velocidad, la acuicultura puede ser la solución. La producción europea supera los 1,5 millones de toneladas anuales y, aunque apenas representa el 5% del total mundial, está en cabeza en especies como mejillón, trucha, lubina, dorada, salmón y rodaballo, con un volumen de ventas que pasa de 3.000 millones de euros. Además, se ha convertido en un motor de desarrollo para numerosas regiones al proporcionar empleo a más de 60.000 personas. Sólo en Galicia, primer cultivador de mejillones y rodaballos de Europa, trabajan en el sector más de 13.000 personas. La producción española alcanza las 300.000 toneladas anuales, lo que viene a representar que cerca del 25% de los peces, moluscos y crustáceos que se venden en las pescaderías han sido criados en granjas acuáticas, aunque no siempre se indica que sea ésta su procedencia. A las especies antes citadas se han empezado a incorporar, aunque de forma muy reducida, pulpo, lenguado y besugo. Además, hay 160 centros de investigación que trabajan en mejorar los procesos productivos y comercializar nuevas especies como abadejo y pargo, estando en fase experimental salmonete, mero, centolla y seriola, entre otros. Investigación Para muchos científicos, la acuicultura debe beneficiarse de los avances en tecnologías transgénicas, embrionarias o genómicas porque su aplicación incrementará la tasa de crecimiento de las especies, mejorará su resistencia a enfermedades y aumentará la tolerancia a factores ambientales. Además, la investigación permitirá asegurar la diversificación y determinar las mejores condiciones para el cultivo de nuevas especies y, en materia de seguridad alimentaria, permite perfeccionar las herramientas de control y mejorar los productos farmacéuticos necesarios para el cultivo. También existen críticas a la acuicultura. Entre los problemas que se plantean está el de los desechos de nitrógeno y de fósforo procedentes de los excrementos de los animales que se crían, que pueden llegar a provocar un exceso de fitoplancton, con la consiguiente eutrofización (falta de oxígeno) y desequilibrar el ecosistema. Igualmente, se alerta de que el elevado número de mejillones que se cultivan en las costas gallegas filtran y consumen hasta el 80% de los nutrientes, dificultando la supervivencia de otras especies, y que las grandes concentraciones de alevines en las jaulas provocan enfermedades que son atajadas con abundante medicación.