Diario de León
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RAMÓN PI
León

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TODAS las tertulias radiofónicas de ayer, que habitualmente tratan cuestiones políticas, dedicaron largos minutos a glosar el embarazo de la esposa del Príncipe de Asturias. Desde el punto de vista político hay que reconocer que el episodio no tiene mucho recorrido, como dicen los asesores bursátiles, porque nuestro sistema tiene establecido el mecanismo sucesorio en la Constitución, y no ha habido un solo minuto en que no haya estado prevista la sucesión, tanto si el Príncipe tiene hijos como si no. El embarazo lo que ha hecho ha sido colocar al nuevo nieto del Rey en el número 2 del orden sucesorio, tras el propio Príncipe, que tiene el número 1. Fin del comentario. Si este hijo del Príncipe fuera hija, hay que decir que tampoco habría ningún problema con la Constitución vigente: tras el Príncipe, esa niña sería la llamada a ser Reina de España, y fin del comentario otra vez. Pero se da la circunstancia de que a personas con responsabilidades públicas les ha dado por querer modificar la Constitución justamente en lo tocante al orden sucesorio, y la cosa podría complicarse si el hijo fuera hija y tuviera después hermanos varones, pues lo que pretenden esos políticos es suprimir precisamente la prelación del varón sobre la mujer en los parientes del mismo grado llamados a suceder al Rey. Si la reforma de la Constitución Española ya estuviera hecha hoy, seguiría sin haber problema: la primogénita del Príncipe tendría el número 2 en el orden sucesorio; y si la reforma fuera posterior al nacimiento de un hermano varón de esa niña, ella tendría el número 3, y pasaría al 4 ó al 5 si después tuviese uno o dos hermanos varones, y así sucesivamente. ¿Dónde está, entonces, la complicación? Pues, por lo que parece, estaría en que alguien quisiera que esta reforma constitucional que se pretende tuviese efectos retroactivos, para aplicarse a partir del Príncipe Felipe. ¿Por qué? No se sabe. Cualquier argumento que se pretenda aducir sería de aplicación a las Infantas Elena y Cristina. ¿Por qué ellas, no, y la hija del Príncipe, sí? ¿O es que el progresismo políticamente correcto empieza ahora, y las Infantas, que se aguanten?.

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