Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Ser o no acabar de ser Ésta es la cuestión

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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TAL VEZ ESTA TENDENCIA MÍA a buscarle el forro a las cosas, a las palabras y a los hombres (que también lo tienen) me empuje a considerar la cuestión de la violencia o del terrorismo, como un tanto tendenciosamente se considere en algunos centros de análisis político-social, de un modo muy singular por lo personal y tal vez un tanto distinto al que predomina actualmente en los centros llamados de opinión, más bien empeñados en tergiversar las luces y las sombras del asunto. Y este es el de si hemos de elegir el diálogo para acabar de entendernos en materia de doctrina democrática, o si por el contrario, cualquier forma de diálogo para encontrar la fórmula de la comprensión debe ser entendida y tratada como si de un delito de lesa pátria se tratara. En un día martes del mes de mayo, con nieve en las cumbres más borrascosas y mediante proposición de uno de los partidos turnantes, fue presentada a la gran asamblea de las Cortes de todas las Españas una propuesta que abogaba por negociar con ETA (nuestra bestia negra) si la banda terrorista abandona las armas definitivamente. La proposición en principio ha movido los más fieros resentimientos de una parte importante de la nación, alarmada, declaran, ante lo que pudiera muy bien convertirse en un paso tremendo hacia la vulneración de los principios de convivencia en paz entre españoles. Que no es posible dialogar con los malvados. En tanto y en cuanto que la otra parte, nunca se sabe si la más numerosa o la más cargada de razón humana, asegura que este es el momento histórico que se nos depara a los españoles todos de restañar heridas, de borrar manchas de sangre, de intentar entender la acción política no como un mecanismo para la venganza sino como un medio de alcanzar la paz. Los españoles, señoras y señores, están cansados de morir miserablemente, necesita enterrar las viejas escopetas de la asonada y borrar del libro de la Constitución el perverso capítulo goyesco del garrotazo y tente tieso, considerando que solamente la fuerza y la prisión de por vida y hasta la muerte puede depararnos ocasiones propicias para la plática de familia y el perdón de los pecados. Todo lo contrario a esto es barbarie. Y muchos españoles piensan que ya basta con la fuerza empleada por los unos y por los otros para el dominio sobre los demás hombres y que si el mismo Dios perdona a quienes le ofendieron y la coronaron de espinas, no es cristiano que precisamente los que se consideran más cerca de él, sean precisamente los que sostienen la tendencia perversa de acabar con todo aquel que no piense igual que pienso yo, que decía el Maestro Campanones. Considero, desde mi humildad, que los que se niegan al entender la gloriosa razón del entendimiento mediante el diálogo y se aferran a la sinrazón de fuerza bruta por muy «razón de Estado» que parezca, se equivocan. ¡Por los clavos de Cristo, señores, no apuñaléis esta oportunidad que se nos brinda precisamente en un tiempo decisivo. Porque si rechazamos esta ocasión, probablemente no se nos de otra en muchos años. Los suficientes para encender las hogueras de la intransigencia y del odio y para que se disparen los artefactos de la muerte. Puede que aún sea tiempo de corregir comportamientos que sólo hasta la desesperación nos conducen. ¡Conviertan las cárceles, las numerosas cárceles de las Españas en centros de rehabilitación y de cultura y no en espantosos antros donde al hombre se le humilla hasta conseguir borrarle de su condición para ser humano! ¡Piensen que Guantánamo!, por ejemplo. No es bastante para que la sinrazón de la guerra se imponga a la razón suprema de la paz.

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