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DECLARACIÓN de guerra y portazo a la paz ha dicho el subcomandante de Otegui que es la detención de su señorito. Sin embargo, sus bombazos de estos días no son declaración, sino guerra abierta, un órdago a la negociación antes de repartir cartas. Habrá que buscar otra cancha. Entonces, ¿por qué no resolverlo al mus? A tortas, no, salvo que Ibarreche vuelva a mentarlas. Al frontón donde toda negociación es pelota rebotada, tampoco, que ganan de mano. A carrera de bueyes, parece que no procede. A partir troncos pintados por Ibarrola, nunca; llevan antigüedad en el asunto. Procédase, pues, con el mus, que es el juego ibérico ideal para gente de boca grande y de envidar sin llevar nada y porque, en realidad, esas negociaciones con la trinchera etarra no dejan de ser un mus en el que, por cierto, alguien está ya haciendo trampa y amedrentamiento del contrario soltando pedos de cloratita o amonal. De órdagos de mano va la cosa. El juez ha replicado con el suyo y don Otegui trabaja su martirologio desde la trena. Ya está armada. Se interrumpe el barajeo. Se agita la borroka de la kale. Viene calor. Esto es un ataque frontal, dijo un batasuno. Pues lo tuyo es un atraco con guarnición de ruido y bayoneta de chantaje, puta chulería, así que siéntate y prosigamos, reparte cartas y juguemos. Habla. Mus, date mus, mus, no hay mus. Hablas a la grande: Amnistía general. Todas las armas entregadas ya. Y una mierda, cinco mil gudaris más colocados en la Ertxanintza. Vale. Hablas a la chica: Paso, paso, paso y... paso, que «jugador de chica, perdedor de mus». A pares: Paso, paso, paso... referendum de autodeterminación. La Constitución por delante. Y otra mierda, independencia de Euskalerría. Pues vale. Hablemos ahora de juego: Paso, paso, paso... contra la mano un envite que es un querite. Que te lo crees tú; tiene que ser la integración en Euskadi de Navarra, lo vasco-francés. Pues yo, ninguna excarcelación de quien tenga delitos de sangre. Y yo, el condado de Treviño también. Vale. Acabaron los envites; sólo resta ver las cartas y saber qué había detrás de cada bocaza. Pero ocurre que en esta partida no se llevan cartas a la vista; se esconden; trapicheo bajo faldones de la mesa camilla... ¿Y qué hacemos nosotros mirando como pasmarotes sin ver nada? Pues callar y dar tabaco.