San Marcos purga su historia

Cuatro años de horrores, torturas, hacinamiento, muertes y paseados. Ahora, el olvido. San Marcos fue el infierno entre los años 1936 y 1939. Pero nunca desde entonces ha desenterrado aquella página negra. Hace tan sólo setenta años el actual parador nacional de cinco estrellas se convirtió en uno de los mayores campos de concentración de España. Más de siete mil hombres y mujeres del bando republicano estuvieron presos en la cárcel de San Marcos. Miembros de varias asociaciones que reivindican la memoria histórica llevan años reclamando que se reconozca esta cárcel franquista. Ya hay negociaciones abiertas. La idea es habilitar un espacio en el edificio plateresco, que alberga también al Museo de León, dedicado a rendir homenaje a los represaliados de la Guerra Civil. Un lugar para el recuerdo y la historia de centenares de presos que vivieron aquí sus últimos días. De momento es sólo un proyecto. No hay todavía fechas ni plazos para llevarlo a cabo. Fotografías, objetos y una historia de ese período negro son algunas de las piezas en recuerdo de los republicanos que podría exhibir el Hostal, en el que siglos antes también estuvo preso Francisco de Quevedo. En julio del año pasado, cuando San Marcos se transformó durante unas horas en sede del Gobierno, el Consejo de Ministros encomendó a la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, la creación de una comisión encargada de reparar los agravios cometidos con los republicanos que fueron encarcelados, fusilados o represaliados por la dictadura. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) entregó al Gobierno un informe, en el que, entre otras reclamaciones incluye, que se reconozca, al menos en una placa, que San marcos fue un campo de concentración. Bajo la protección del yugo Esta asociación también ha pedido al Ministerio de la Vivienda que retire de todos los pisos de protección oficial construidos antes del año 1975 la placa con el yugo y las flechas que se colocaba siempre junto al número del portal -uno de los últimos vestigios de la era franquista que han permanecido-. Como recuerda el veterano escritor y periodista Victoriano Crémer en el Libro de San Marcos : «Se nos había llenado la celda de huéspedes y hubo que organizarse, por la cuenta que nos tenía, nombrando un cabo o representante para las autoridades del campo de concentración, que eso era San Marcos, vamos a dejarnos de eufemismos...».