El 35 por ciento del agua se pierde por fugas en la red de distribución
El Instituto Nacional de Estadística elabora desde 1996 encuestas sobre indicadores ambientales en España para ajustarlas a las de la UE, detectando que cada año aumentan las pérdidas de agua. Según los datos que maneja el citado organismo, aunque el consumo medio alcanza los 168 litros por persona y día, otros 63 litros se desperdician por las fugas y roturas de las infraestructuras, lo que supone más del 35% de pérdidas. Un estudio realizado por la Universidad de Valencia va más allá, afirmando que, tras estudiar poblaciones de entre 30.000 y 40.000 habitantes, las pérdidas del recurso oscilan entre el 50 y el 70%. Según el INE, esto significa que en España se pierden diariamente 2.600 millones de litros de agua, cantidad que poco a poco va en aumento porque las tuberías se deterioran progresivamente ya que, aunque la vida media de las canalizaciones no supera el medio siglo, las tuberías españolas superan los ochenta años. Según los expertos en aprovechamientos de recursos hídricos, para llevar un mantenimiento adecuado de las canalizaciones sería necesario renovar anualmente el dos por ciento, algo que no es asumible desde el punto de vista político porque supone molestas obras en las calles, subir el precio del agua y, además, el ahorro sólo se percibe a largo plazo, por lo que consideran que estas inversiones suponen enterrar el dinero. Por eso, para las compañías suministradoras es más rentable asumir el agua que pierden por las fugas que invertir en renovar la red. Los expertos no se ponen de acuerdo porque, mientras unos creen que cuanto más se pague por el agua menos se derrochará, las compañías invertirán en mejorar la canalización y se perderá menos cantidad en un país en el que cada vez escasea más, otros defienden la creación de una entidad reguladora que gestione el agua y a la que haya que dar cuentas, lo mismo que sucede con la Agencia Tributaria. No se debe olvidar el problema de salud pública que puede suponer la existencia de fugas porque cuando se produce un cambio en la presión el agua se reduce su calidad porque, en vez de salir, retorna hacia a la tubería arrastrando consigo suciedad y microorganismos.