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CRÉMER CONTRA CRÉMER

Manifestarse, ¿para qué?

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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EL COMITÉ DE EMPRESA que funciona en la medida que le es permitido y sus fuerzas lo soportan, fijó hace unos días un cartel de desafío a las puertas de la ciudad, por el cual demandaba, suplicaba, obligaba moralmente a toda la población leonesa a intervenir realmente en el pleito de «Antibióticos», que, como sabemos todos, está siendo manejado por una empresa, grupo de presión o sociedad anónima procedente de Italia, la madre del cordero de todas las pátrias mediterráneas, para que se manifestara en protesta de un comportamiento que se reputa como fraude social en la cadena industrial, tan tocada de ala, como la leonesa. Y del bando o convocatoria emitida por estos responsables del comité de empresa, se recogían los pronunciamientos más sólidos para el movimiento que se pretendía y que como todos envites sociales terminó en una cierta forma de procesionismo que partiendo de la Plaza de Guzmán, termine, acaso, en la de la Inmaculada, de cara a la casa de la Delegación del Gobierno, (antes gobernaduría civil). Allí, todos juntos en unión, como los Requetés o como los de Sintel, permanecieron un tiempo, fijado por las circunstancias y, consumido éste, los reunidos se dispersaron por donde habían venido y siguen esperando que se produzca el milagro. «Con mentiras y engaños -explicaban los trabajadores en vías de despido obrero obligatorio- los propietarios de Antibióticos han desmantelado nuestra fábrica, nos han utilizado para reflotar fábricas en Italia y construir otras en China y concluirán toda la operación cerrando León. No se lo podemos permitir». Y aquí el alarmado ciudadano pregunta: ¿Cómo podemos nosotros evitar el desmadre social que supone la invasión moderna de los romanos? ¿Declaramos la guerra de las Galias? ¿Enviamos a nuestro ínclito ministro de la Guerra, señor Bono a debatir la incidencia, en lugar del señor Moratinos, en vista de que este parece más interesado en acabar con los talibanes que con los italianos? Porque, dice el común de vecinos, ya más escamados que un besugo al horno, manifestándose civilizadamente, democráticamente, está claro que no se conseguirá nada, de lo cual se infiere que el que se fía de los Berlusconi es porque quiere. Los sindicatos, ya no de clase, porque las clases fueron borradas del mapa social para dejarlas en administraciones colaboradoras, aseguran que han hecho y hacen todo lo que les está permitido y pueden, como sucede con el Comité de Empresa, pero que ni pueden ni les está permitido lanzar gritos subversivos, no les vaya a suceder lo que a ese morenito del Barcelona por invitar al Real Madrid a que se sumara también a la juerga catalana. Las manifestaciones no sirven para nada, no solucionan nada ni aportan a la confrontación social inevitable ninguna fórmula de solución. Y así que se quiebren los impulsos reivindicativos de los trabajadores, se cerrarán todas las rutas del diálogo y los obreros y empleados, con manifestación y sin ella, acabarán en la puta calle, dicho sea con todo respeto al idioma, mientras los señores del bando empresarial seguirán solicitando subvenciones para abrir fábricas en Croacia o en Tanganika. Lo que nos llevará inevitablemente a formular otra manifestación a favor de los manifestantes, ya en el arroyo¿ ¡Joer, qué tropa!