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TAMBIÉN recordó Álvaro lo que decía hace sesenta años don Pedro, párroco que fue de Pedrún, cuando se dirigía en sermón vetical y populero para que le entendiera mejormente la feligresía, esto es, el rebaño, la parroquia. «Sois -les decía- como los animales de vista baja, que hasta que no morís no abrís los ojos». Hay frases como zurriagazos. Lo guapo de esta sentencia es lo de vista baja, animales de vista baja. Repasando: todos los que se pasan el día paciendo con el morro sujeto al pasto, todos los que se agachan para que les pase el peligro o el trabajo por encima, los de pezuña y hocico que hozan la tierra o la pocilga... y así. Con la paisanada ocurre exactamente lo mismo. En la especie humana sobran también animales de vista baja, musos, morugos y mirabraguetas. Por oficio, por diablo viejo y por confesionario, esto lo sabía mejor que nadie don Pedro: no abrís los ojos hasta que el matadero se os hace tumba. Hay beatas de vista baja y de siete velos que con los siete puñales del corazón de la Dolorosa van por ahí acuchillando famas por la espalda y haciendo cesáreas a las murmuraciones. Ese párroco con ese verbo rudo y esa imprecación de viejo testamento nos recuerda a tantos párrocos de fusta en la frase, de mando y bronca que están sin duda en la memoria de cualquiera de los mil cuatrocientos pueblos de esta contorna cazurra. Ya quedan pocos. Se extingue la raza. Había uno en uno de estos pueblos del Voto que un día paró la misa, se bajó del presbiterio, remontó con paso enérgico todo el pasillo central y, remangándose las vestiduras, a uno de los mozos de atrás que andaba en bulla y bureo le arreó un hostión de palma abierta en toda la jeta y le echó de la iglesia; por las buenas. Enmudeció la parroquia. Entendió la homilía. Aquellos curas de cercana familiaridad y «catapotes» de visita domiciliar a la hora de la comida, aquellos párrocos de vida entrañada en el pueblo porque allí vivían veinte o treinta años, acababan siendo como el cuñado de todos, esto es, lo más pesado, pero también lo más cercano. Hoy los curas son como los médicos rurales, los funcionarios y guardias, que se les ve en los pueblos, pero ya no residencian allí sus cuitas porque viven en otra galaxia o en el vértigo del escalafón.

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