Diario de León
Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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LAS CIUDADES SE PIENSAN. Quiero decir que las piensan las personas que viven en ellas y que forman parte de eso que ahora llaman «masa crítica». Ponferrada también es analizada por sus historiadores, sus sociólogos, sus creadores y políticos. Y por más gentes que no pertenecen al poder ni a la gloria, al dinero o a la ficción. Muchos piensan Ponferrada y la piensan para ver cómo venderla por ahí, aunque suene fatal eso de venderla, pero es que hoy todo es comercio, lamentablemente, y las ciudades están en un continuo certamen, y si no tienes una imagen propia, si eres una dispersión o un vacío, nadie te reconoce y nadie te coloca en el mapa. Si a esto añadimos que Ponferrada es una ciudad nueva, aunque la fundara el obispo Osmundo hace casi mil años, que no es capital de provincia y que no tiene una gran catedral o un equipo en Primera -¡ay el equipo!- pues la ciudad ya debe desbrozar con urgencia su dimensión más adecuada y mercantil. Trataré de revisar las tendencias que van aflorando y empezaré por quienes prefieren una ciudad en clave conventual y jacobea. Ponferrada de los monjes aquellos, de los peregrinos viejos. El profesor universitario Tirso Valdefrancos es, tal vez, el más cualificado seguidor de ese modo de ver la ciudad. Para Valdefrancos, Ponferrada tendría que buscar su futuro en el pasado. Fortalecer la imagen de capital de una bella red de santuarios y castillos, de ermitas y leyendas. Y propone la creación de un Instituto de Estudios Alto Medievales, desde donde se haría esta labor arcaica y digna. Una variante de esa visión es la que defiende el investigador aficionado Félix Palosanto, empleado bancario que dedica su tiempo libro al mundo esotérico. Para Palosanto -lo tiene escrito en unos leves folletos que circulan, a veces, por los bares del barrio de San Andrés- Ponferrada debe ser la capital de los visionarios de España, la ciudad rectora de las sabidurías misteriosas. Y todo porque en Ponferrada radica el mayor castillo templario. Ponferrada de las quimeras, de los magnetismos, de los muertos vivientes y de los vivos murientes es la ciudad que defiende Félix Palosanto, que también es autor de aforismos de cuño oscurantista. Otro planteamiento bien distinto es el que nutre la mente de un grupo de profesionales de creciente importancia en la ciudad, entre cuyos miembros yo destacaría al abogado Odón Fresnedelo. Estas personas, más realistas y modernas, han detectado que Ponferrada es, sobre todo, la ciudad de la energía, como bien concretó el presidente Zapatero, y están entusiasmados con la perspectiva del nuevo museo nacional que ha de instalarse en la vieja central térmica de la MSP, templo indiscutible de la arqueología industrial berciana ylugar de ensueño para este humilde cronista, que en su niñez tuvo, con razón, a aquel edificio por milagroso, pues allí se juntaban trenes mineros, obreros primitivos, fuegos fabriles, barullo de vagones y estrépitos, todo como si estuviéramos en alguna cuenca inglesa del siglo XIX. Hay otras miradas sobre la ciudad, pero el espacio se acaba. A vuelapluma cito la Ponferrada de la moda que defiende una asociación de comerciantes gallegos radicados en la urbe; la Ponferrada de la melancolía, que ciertos poetas preconizan; la Ponferrada del fútbol, ahora envuelta en dolor; o la Ponferrada de los inmigrantes caribeños y moldavos. Y hasta la ciudad del dólar dicen que quiere volver. Porque todo está abierto. Por mi parte yo concebiría a Ponferrada como una ciudad de la cultura fronteriza. O como la ciudad de la memoria, ahora que tantas asociaciones recuperadoras florecen. Memoria de tantos crímenes, memoria, también, de los templarios; memoria de la autarquía, hasta la memoria de los desmemoriados.

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