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Publicado por
Antonio Núñez
León

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PERO algo gordo debe de estarse cociendo en las cloacas del estado, según terminología acuñada años ha por Felipe González, porque huele fatal. En menos de tres meses han pasado, entre otras, las siguientes cosas: los de Batasuna vuelven a estar en el parlamento vasco y cobrando; los de la kaleborroka salen otra vez a la calle con el cóctel molotov a quemar autobuses y cajeros sin que el juez los empapele; y hasta un tal De Juana Chaos es puesto en libertad con mil y pico años de condena a las espaldas y veinte muertos en la conciencia, si es que la tiene. Hasta aquí los hechos. Ahora las suposiciones. Le ha dicho el presidente Zapatero a la Asociación de Víctimas del Terrorismo que deben confiar en él porque tiene datos muy suyos sobre la disposición de ETA a abandonar las bombas, aunque no pueda expandirlos porque son secretos de estado. Es mucha confianza y mucho suponer, como cuando a un servidor le licenciaron en la mili y puso el sargento en la cartilla: «valor, se le supone». El miércoles Ibarretxe volvió a ser reelegido lendakari con los votos de Batasuna, lo que, lejos de inspirar confianza, es para mosquear. Y en el programa de gobierno viene otra vez lo de la autodeterminación, la república vasca, el asunto de Navarra y el de Francia a modo de espárragos ( iparetarrak o como se traduzca, que significa «los del otro lado», más o menos). También piden el acercamiento de los presos etarras a su pueblo (que los aguante su abuela) y negociar en dos mesas paralelas, igual que en los campeonatos de mus, sobre territorios y política, como si no fuera hablar de lo mismo. Según el Gobierno, que no cuenta ni chus de lo que se trae entre manos ni pone las cartas, boca arriba, no hay negociaciones con ETA, de lo que se deduce que en esta partida se entienden por señas. Guiños no faltan. En cuanto a la otra parte, entre nones y chicas, lanzan órdagos a lo grande: no habrá atentados, de momento, contra los políticos, aunque respecto al resto del personal ya veremos. Se echa de menos una voz oficial que diga «voy» o «paso». Asegura la ministra de Medio Ambiente, señora Narbona, que éste va a ser un verano de sofocos y no le falta razón. De hecho ya cuando Franco los ministros aprovechaban la calor para subir el precio del pan, que entonces era un lujo, a fin de que pasara desapercibido entre el relajamiento general de las vacaciones y la paga extra del 18 de Julio, todos firmes. Le da a uno en la nariz que con Rajoy panza arriba en la playa estos dos meses van a pasar cosas muy gordas en el país, o sea, ojo al chiringuito hispano. ¿Por ejemplo? Pues que cuelen por San Pedro, previo aviso por San Juan, los estatutos de Cataluña y Euskadi. En cuanto a Galicia hasta Fraga puede perder sus famosos tirantes con la consiguiente bajada de pantalones. Preocupada como anda la provincia con los problemas de la remolacha, el carbón , la pulmonía de antibióticos y demás, raro sería que a nuestros veraneantes-emigrantes de Mondragón o Castelldefels, que ahora retornan al pueblín, se quedarán, encima, sin botijo. A la vuelta Ibarretxe y Maragall no les iban a dar ni agua. El problema de los nacionalismos intentó resolverse cuando la transición con la famosa fórmula de Martín Villa del «café para todos». Y se sacó, como quien dice de la biona, nada menos que diecisiete autonomías. Luego Felipe González intentó redondearles un poco la txapela, porque cuadrada ya la tenían, a los del PNV y ETA con lo del GAL. La cosa pudo haber funcionado, aunque se les fue la mano y hasta era disculpable -lo hicieron también la Tatcher con el IRA, los alemanes con la banda Baader-Meinhof y los italianos con las Brigadas Rojas que se cargaron a Aldo Moro- pero lo que no era de recibo es que Vera, Roldán y Barrionuevo metieran mano aquí en el cajón del pan de los fondos reservados, que resultó ser un cajón de sastre. En cuanto a lo que acontece ahora, una de dos: o esto es un desastre o, si el Gobierno tiene una estragegia en la lucha contra el terrorismo, debe ser tan sutil y fina que sólo puede percibirse en las alcantarillas del estado. O puede también que vayamos de derrota en derrota hacia la victoria final. Se le atribuye igualmente a Martín Villa, cuando era ministro del Interior, el comentario de «hemos ganado por cuatro a dos» una vez que emboscaron a la Guardia Civil con el saldo de seis muertos a balazos. Aquello generó una monumental escandalera por la escasa sensibilidad del paisano». Ahora es peor. Nadie se inmuta del cinismo del Gobierno, pero por lo contrario. Y, respecto a quién vaya ganando, lo más que se puede decir es aquello otro de «yo ya no sé si soy de los nuestros».

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