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CRÉMER CONTRA CRÉMER

Lo importante es no hacer nada

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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BUENO, quizá si no lo más importante, sí lo más urgente es explicar lo que en realidad se quiere decir cuando se repite de continuo, para alivio de nuestros apremios y desgracias: «Cuando yo sea rico, bien porque me toque la lotería o porque a mi niño le dé por pegarle patadas a un pelotón, alcanzaré ese grado social que nos abre las puertas de la felicidad total: la felicidad de no hacer nada» Y como esta es la condición humana y los negocios son los negocios, como la pela es la pela, los auténticos sabuesos no duermen ni de día ni de noche, pensando en la manera de facilitarle la vida al prójimo mediante el abono de una cuota prudente. De esa tendencia natural de la especie le viene a la sociedad actual su manía de proveerse de cacharros, de funciones y de sociedades dedicadas precisamente a eso: A que el hombre viva y se desarrolle sin hacer nada. Salvo pagar los servicios, naturalmente. Y para eso se inventaron los bancos, las cajas de ahorro y sus montañas de piedad, los chinos emigrantes y los tanzanios de patera. El hombre más o menos normal, no tiene más que dejarse ganar la voluntad y la correspondiente cuota. Todo lo demás se le da al hombre moderno y a la mujer más «modelna» por añadidura y por el importe de la cuota establecida para la comodidad general. De este modo conseguirá usted disponer de lavaplatos, cocinas electrificadas y camas de agua con mujer dentro. No hay más que acercarse al centro de contratación -que puede ser el Ayuntamiento o el banco o la caja- y solicitar una tarjeta ciudadana. Y así que se vea usted provisto de este nuevo documento de necesidades cubiertas, podrá usted usar del autobús sin pagar, aparcar su coche donde le venga en gana sin pagar, asistir al estreno de la última película, sin pagar y disfrutar de vacaciones pagadas, entre otros de los menesteres que le serán cubiertos mediante el uso y el abuso de la tarjeta ciudadana. Todo mediante una cuota prudencial, democrática inagotable. Según parece el señor Ayuntamiento de León, que Dios guarde y la señora Caja España, con bisonte incorporado, después de muy sagaces investigaciones sobre las condiciones económicas de la comunidad y las posibilidades de promocionar para los ciudadanos de categoría media, los medios más idóneos para vivir y disfrutar de la vida sin que le cueste nada, han llegado a un consenso realmente sorprendente, mediante el cual el ciudadano se creará muchas más necesidades y tendrá que someterse al juego de más asiduos y costosos créditos, y llenará su casa de objetos de adorno doméstico y de costumbres licenciosas, o como asistir al cine, comprar un libro o abonarse al Musac, naturalmente todo mediante el uso de su tarjeta ciudadana, documento indispensable para alcanzar la felicidad. Y consecuentemente, al mismo ritmo, el banco o caja de crédito aumentarán sus ingresos hasta que llegue inevitablemente el estado de decrepitud ciudadana, que obligue a venderlo todo. La dicha tarjeta ciudadana es uno de los inventos más gloriosos de nuestra era y de nuestros centros de promoción de felicidad a todo pasto. Pero esperamos todos que los beneficiarios del negocio, que naturalmente están para ganar dinero y no para ejercer caridades misioneras, explicarán al personal, al cliente, al ingenuo suscriptor, que de lo que se trata en el fondo de la cuestión es de forrarse a cuenta de esas almas de Dios que todavía creen en los Reyes Magos y en las tarjetas ciudadanas.

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