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CRÉMER CONTRA CRÉMER

Residencia municipal de ancianos Virgen del Camino

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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SE DICE que cada maestrillo tiene su librillo y cada vecino su manera especial de matar sus pulgas. Pues algo parecido ha de serles aplicados a nuestros hombres más representativos, como por ejemplo, el alcalde de la ciudad, el presidente de cada pueblo, y el cura de cada parroquia. Y es que en resumidas cuentas, hagamos lo que hagamos, para disimular nuestras tendencias y nuestras vocaciones, las ciudades, las provincias, los estados, se rigen, se gobiernan, dentro de lo que cabe, de acuerdo con sus preferencias personales y en la medida que se lo permiten sus sensibilidades. Y así como hay seres humanos que no aman ni padecen, hay Ayuntamientos, Diputaciones, centros de Cultura o asociaciones deportivas que si las quitan de sus manías se quedan en nada. Y a todos nosotros, vecinos y contribuyentes, nos corresponde atender a estos mecanismos de ayuda y caridad, si queremos ser ayudados. En León existen centros de asistencia que puedan ser estimados como ejemplares: así la Asociación Leonesa de Caridad y la Residencia Municipal de Ancianos «Virgen del Camino», sita esta última en la ya populosa avenida de San Mamés. En este centro, sostenido y estimulado por el Ayuntamiento de León son atendidos, con carácter de internos acogidos y permanentes, hasta que la muerte les separe, cerca de ochenta ancianos de ambos sexos ya han conseguido a fuerza de gloriosa voluntad de servicio real al prójimo destacarse como una de las instituciones alentadas con mayor amor y mejor sentido de la realidad. Convendría que así como en determinadas fechas del calendario se establece la costumbre de asistir a esta clase de refugios para hacer llegar a los residentes el aliento del pueblo, de su pueblo y de sus gentes, debiera de establecerse un día para la visita a estas residencias, aunque no fuera más que para que los asistidos y semi apartados de la vida del común, no se sientan solos. En este centro, al que de vez en cuando el alcalde Mario Amilivia se acerca con su mejor sonrisa y con su gesto más generoso, se está llevando a cabo, con absoluto éxito, la prueba mayor del sentimiento solidario: los inscritos en el libro de familia de la institución, se sienten no solamente asistidos, sino también y sobre todo, atendidos y entendidos hasta olvidarse de su condición de restos humanos en su última instancia. Confieso que cuando me sentí obligado a visitar el centro, por dolorosas razones familiares, acudía a la cita con reticencias tópicas, y sin saber ni entender cómo debiera ser mi conducta para con aquellos dolientes retirados del curso tradicional de su personal manera de entender aquella su culminación. Y declaro que una vez que establecí contacto con los resortes humanos que mueven el mecanismo, quedé admirado y agradecido a aquellas monjitas, tan seguras de su voluntad de servir a sus prójimos más necesitados. Era Sor María, timonel de aquella barcaza a la deriva, y eran aquellos médicos con especial mención para el santoral laico, que años tras años atendieron a las necesidades de aquellos hombres y mujeres ya al final de su carrera: Ramón Serrano Piedecasas es un nombre, inscrito con honor entre los beneméritos amigos de estos recintos donde el hombre puede y debe cumplir con su santa misión de ayudas a morir con dignidad al prójimo. Es lo que quería decir para general conocimiento y mejor entendimiento de cómo debieran los gobernantes de nuestros dineros, emplear estos y los otros. Porque nuestros ancianos también son de Dios. ¿O no?