Diario de León

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SE ATREVIÓ Piqué a decirlo, pero no son pocos los que piensan lo mismo en un descuartelado Pepé que parece instalado cómodamente en una derrota que justifica la bronca, el rencor y el atravesamiento. Del triunvirato que rige el partido salvan a Rajoy por no desmangar la pala, pero a Zaplana y a Acebes se les considera un bastión del fundamentalismo político regado con agua bendita que suelta anatemas a siniestro y no a diestro, porque más allá de su derecha ya no hay nadie que les gane a bunkerianos. Dicen que son un escollo para recrecer la fiabilidad pública de su programa. Pero Rajoy ha dicho «a callarse todos» y aquí ya no respinga nadie, aunque el objetivo final de las críticas de Piqué es segarle la hierba y los colaboradores bajo los pies, porque como líder y presidente tampoco les da la talla don Mariano y su astucia gallega. La verdad es que Angel Acebes tiene cierta cara sacristana con ese pelo tan cortadito a navaja y esa raya de colegial de Acción Católica con tupé medido y lacado. De ángel tiene no mucho. Quizás por eso, la dislexia de un locutor le hizo llamarle un día Angel Aveces, ángel en ocasiones y demonio santo por prescripción facultativa. Acebes es tan pulcrito, que a veces da la impresión de que se hace abluciones con colonia para purificar los dedos después de orinar. Jamás verás un rastro de suciedad en sus manos, un pequeño luto en sus uñas, y eso me hace recordar lo que escribió un día el escritor norteamericano Ambrose Bierce: «Desconfía de la gente que se lave mucho las manos y de aquellos que dicen leer la Biblia por su estilo literario». Parece el caso, sólo que Acebes lee la Biblia no por sacarle sustancia poética, sino por retacar de munición el arcabuz de su trinchera ideológica, su escuadrón de legionarios. Y en cuanto a Zaplana, el brillante emergente de anteayer y el cuestionado líder de mañana, no les cuadra ese aire suyo de señoritingo y prepotencia rebozada en coña valenciana, que no es como la gallega, pero es coña. Zaplana se tragó un día el palo de una escoba y ahí esta todo tieso, envarado, cuadrándose la chaqueta blazier, despuntando el pañuelito en el bolsillo superior y con esas corbatas tan chillonas que ahora son moda rabiosa en las escuadras populares. Y no es plan.

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