CORNADA DE LOBO
Agüita
ESTÁ BIEN como educación cívica y como adiestramiento a una futura y casi inmediata solidaridad que nos será exigida en cuestión de aguas, pero por más que ahorremos grifo mientras nos duchamos, nos lavamos los dientes y metamos botellones de agua en la cisterna del guaterclós, el ahorro que el humilde peatón puede proporcionar a las arcas hidráulicas es puta gota que se evapora frente a las calderadas del despilfarro en fugas en las redes de canales y acequias, en los sistemas de distribución urbana, riegos bárbaros a manta y con anegamiento, jardinería pirulera de petunias borrachas, baldeo de calles a manguerazo limpio, fontanas chiripitifláuticas de cemento y rotonda, campos de golf como esponjas, aspersores automáticos que funcionan mientras llueve... y así. Un mar entero se nos va en el desperdicio, mientras nos collumpiamos en la certeza de que nuestras cercanas montañas son un inacabable aljibe que nos sacará las castañas del desierto que ya anda llamando a las puertas nuestras que dan al sur con securas chicharreras, incendios y escorpiones. Podemos ahorrar cada cual unos cuantos litros en casa, pero la mitad de los «labraderos y ganadores» de estos páramos y riberas se niegan a adoptar los nuevos sistemas de corrección y ahorro en los riegos de sus campos y en las limpiezas de sus naves y cuadras. Y votan en contra de la optimización tecnológica de los regadíos. Prefieren «a manta», abrir la torga, irse a jugar la partida y dejar que la acequia inunde la finca hasta que las pencas de la remolacha asomen las orejas por encima de una laguna que acarreará, a posteriori, invasiones bacterianas, nematodos y miasmas encantadas. ¡Le van a decir a él cómo hay que regar!... Y como piensa que ya bastante cara le sale el agua de canal para sus maíces, deja que corra y se pierda antes de dejar las aguas sobrantes a los pueblos vecinos que están fuera del sistema de regadíos y que dependen de esta solidaridad obligada y tradicional para no convertirse en estopa de la que arde en rabias y en canto negro cocido de soles entre matas de alubias que crecen una cuarta y se agostan. Para resumir el ejemplar esfuerzo del ciudadano ahorrando agüita en su casa mientras otros despilfarran, tiene el refranero una conseja: «Más caga un buey que cien golondrinas».