Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Otra vez el estado de la comunidad

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VICTORIANO CRÉMER
León

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O SEA, PARA entendernos, el protocolo y la Junta de Castilla y León consideraron que ya era tiempo para verse las caras los unos a los otros y los otros a los unos, y decidieron reunirse en Cónclave, debate o sesión extraordinaria, absolutamente plenaria, para ver si entre todos somos capaces de descubrir los defectos y de proclamar justamente los méritos que sin duda adornan a esta conjunción, no bien conjuntada, de Castilla y León, todavía bajo la tutela del burgalés Vicente Herrera, teniendo como ardiente contrincante a Ángel Villalba, de León y socialista. Sin duda teníamos los unos y los otros motivos varios y algunos de los considerados como de urgencia como para demorar la fecha legal para reunirse y platicar serenamente, civilizadamente, democráticamente y (si pudiera ser) cristianamente sobre el verdadero estado de la comunidad, dado que el personal se pierde siguiendo las tesis y racionamientos de los unos y las oscurísimas réplicas de los otros. A la magna reunión, acudieron numerosísimos personajes de la política, de la información y de los medios de comunicación, sin que faltara a esta cita ni el alcalde de León ni por supuesto los dos contrincantes más enconados con los cuales sin duda habría de enfrentarse el presidente señor Herrera. Y allí estaban en los altillos de la Gran Institución de Fuensaldaña, el inagotable Joaquín Otero y sus cifras cabales para la enmienda y el nunca bien ponderado señor De Francisco, del Ayuntamiento de León y creador de novísimos grupos para la oposición. Eran las no sé cuántos de la tarde de uno de los primeros días del tórrido verano. Y comenzó la pelea, concediendo la primera intervención a Don Ángel Villalba, como representante de la santa oposición propiamente dicha. Y empezó bien. Con voz clara y segura fue desgranando su acopio de datos negativos, que fueron acogidos con aplausos de la parroquia. La réplica no se hizo esperar y movió ficha el presidente señor Herrera. Objetivamente hay que conceder que el señor Villalba peca de apasionado y es de justicia conceder la victoria por puntos al presidente. Quizá porque el espíritu peleón del Cid Campeador se impuso los juegos amorosos y un tanto líricos de Don Suero. Esta misma diferencia de temperamentos y de dotación retórica se manifestó de forma más rotunda cuando intervinieron los dos representantes de la unión desunida del pueblo leonés, el primero, señor Otero, porque le ciega la pasión y el segundo porque le abruma la historia. Fue, sin duda con todos los reparos que se quieren oponer, una prueba de la que el que más y el que menos de los asistentes o de los oyentes afectos a esta clase de deportes, sacó la cabeza caliente y los pies fríos. Faltó quizá preparación en los adalides y sobraron nervios y empeñó en derrotar al contrario, en lugar de convencer a los unos y a los otros. «Venceréis, pudieron decir, como Unamuno a Franco, pero no convenceréis». Y no convencieron. Los fieles oyentes sacamos la consecuencia de que la confusión que se produce en esta clase de encuentros, si falta dominio del idioma y se producen excesos dialécticos por dar con la frase que consiga derribar al enemigo, es de difícil enmienda. Los fervorosos oyentes del uno y del otro bando, salieron de la función rumiando aquellos versos clásicos: Tantas idas y venidas, Tantas vueltas y revueltas, Quiero, amiga, que me digas ¿Son de alguna utilidad?

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