CRÉMER CONTRA CRÉMER
León se prepara para el turismo
COMO SEGÚN los cálculos, las estadísticas y los agregados municipales a la cultura, León, por arte de birlibirloque se ha convertido en ciudad turística por excelencia, todos los estamentos, los mecanismos y los técnicos se preparan para que se convierta en feliz realidad el deseo unánime de la población. Y respondiendo a este anhelo de los leoneses, que tienen un poco más en que pensar, desde la princesa altiva al que pesca en ruin barca se disponen a que no pase por León, ni un solo peregrino sin rumbo fijo, ni un filósofo en apuros dispuesto a ocupar el estrado que se le concede en donde fuere, para cubrir este tiempo de ocio y grato bienestar, no discurre, digo, ningún forastero caído del cielo que no se disponga a colaborar en el negocio que es para algunos el turismo. Todos en teoría somos turistas, unos por placer y otros por obligación. Convencidos de ello, los hoteles, los restaurantes, las tabernas y los figones aprovechan la ocasión para aumentar los precios de los productos de los que sean dueños o apoderados y los activistas ágiles, corren a guarecerse a la sombra del árbol que mejor caliente, para ofrecer su colaboración como flautista, como cantautor, o como miembro de tal o cual grupo coreográfico o teatral, para incorporarse a los programas de fiestas de todos los poblados de la península, disponga o no de playa, de mar y de peces. Porque este mes de julio al que nos lanzamos de cabeza, cartera en ristre, es mes de las oportunidades y no faltan los avisados que pretenden «hacer el agosto» precisamente en julio, que es mes, creo, de nombre romano. Y es curioso advertir cómo precisamente en este mes dichoso es cuando se produce el gran anhelo nacional: No hacer nada. Que es, dígase lo que se quiera, el deseo natural del ser humano, cansado de mantener sobre sí la consecuencia de aquella condena a la que nos hicimos acreedores desde lo de la recogida de la manzana, con Eva a la vista: «Ganarás el pan con el sudor de tu frente». Y es posible que sudar sudemos, pero intentaremos ganar el pan con el menos esfuerzo posible. Y convencidos de que este el fin de las civilizaciones, todos cuantos pueden, abandonan la herramienta, se despiden de la calculadora, dejan la recogida de la mies para los abisinios, los ecuatorianos y algún que otro rumano, y dejan, dejamos, para mañana lo que debiéramos hacer hoy. Y no se le ocurra a usted intentar siquiera resolver uno de sus asuntos personales, como pudiera ser obtener una licencia en el Ayuntamiento o un asunto agrícola en la Diputación de León, porque se encontrará el ingenuo que lo pretendiera con que todos los funcionarios, en cumplimento fiel de los derechos que como trabajador con papeles le pueden corresponder, le advertirá que debe dejar para mañana, para septiembre lo que tanto le urge. El mes de julio no se trabaja, ni en el mes de agosto, ni el de septiembre. Durante el resto del ejercicio anual, los meses de abril, mayo y junio, son para las manifestaciones y las pancartas: que si los homosexuales, que si los defensores de la familia, que si los maremotos, que si las elecciones, y que si etcétera, etcétera, el caso es ocupar el tiempo en no hacer nada. Que Dios proveerá, porque como se sabe la vida aprieta pero no ahoga. Y me dijo la copla: Dice mi maridito que no hago nada, y me duele el trasero de estar sentada.