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Ángel González: los años oscuros

«Ángel González: once años de poesía, 1956-1967» es una investigación que analiza la creación social del escritor asturiano durante la dictadura del general Franco

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P. Carriedo Castro - león
León

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La biografía del poeta Ángel González transcurre paralela a los acontecimientos más relevantes del último siglo de la historia de España. Su infancia da comienzo con la Dictadura de Primo de Rivera en los años veinte, transcurre por los tiempos de la proclamación de la Segunda República y la Guerra Civil, pasando su adolescencia y entrando en la madurez bajo la presión del régimen militar del general Franco. Ángel González es además un espectador privilegiado de la Transición a la democracia, por la que combatió activamente durante más de una década de militancia política, manteniendo siempre un compromiso humano, lúcido y libre que alcanza en nuestros días la plenitud de su significado histórico e intelectual: hoy, Ángel González es miembro de la Real Academia Española de la Lengua, ha sido distinguido con los premios Antonio Machado de poesía fallado en Francia en 1962; con el Príncipe de Asturias de las Artes y las Letras (1985); el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1996) o el Premio Federico García Lorca (2004), ejemplos ilustres de una trayectoria considerada ya un clásico y que merece el reconocimiento unánime del público, la crítica y las instituciones. A un caudal sobresaliente de estudios sobre su poesía publicados tanto en España como en los Estados Unidos -país en el que el poeta reside habitualmente- viene a sumarse la Tesis Doctoral Ángel González: once años de poesía, 1956-1967 llevada a cabo por el autor de este artículo y dirigida por el profesor de la Universidad de León Juan Matas Caballero, que quiere contribuir a la descripción de las composiciones del autor asturiano analizando la primera parte de su obra. El trabajo, nacido bajo el signo de la crítica social, aporta una lectura histórico-narrativa de sus cinco primeros libros, aquellos en los que se forja la singular personalidad literaria del escritor y se asientan las coordenadas elementales de su poética. Los inicios Ángel González se inicia en la poesía en un contexto definitivamente adverso y hostil: perteneciente por su origen republicano al bando de los perdedores en la Guerra Civil, la vida del poeta transcurre marcada por la huella de la exclusión y la violencia: los nacionales asesinan a uno de sus hermanos, otro de ellos se ve obligado a marchar a un exilio incierto en Hispanoamérica, mientras que él mismo y su familia sufren directamente la brutal represión del régimen franquista. En este sentido, Ángel González se integra y se identifica históricamente con el medio de millón de españoles que marcharon al destierro en 1939; con los 150.000 ejecutados por el franquismo; los más de 400.000 encarcelados o reclutados como mano de obra esclava en los batallones de trabajo o con todos aquellos (familiares, parientes, amigos o parejas de «rojos») que sufrieron la extorsión, las expropiaciones, las palizas y torturas, atropellos de toda índole y la intransigencia en grados imposibles de cuantificar hoy. Ya en 1944, cuando cuenta con dieciocho años de edad, González contrae la tuberculosis, enfermedad entonces muy común y letal que requiere largas curas de aire seco. Para su recuperación se traslada a Páramo del Sil, un pequeño pueblo situado en las montañas del Bierzo, donde aislado, en constante reposo y bajo el riesgo probable de la muerte, descubrirá el significado de la lectura y de la creación de poesía, entendiéndola como una expresión de la intimidad profunda del individuo, como un diálogo abierto e inagotable con el otro y con uno mismo a través de la sugestión de las palabras y de la imaginación. Evolución De este modo, la evolución de sus cinco primeros libros (Áspero mundo, 1956; Sin esperanza, con convencimiento, 1961; Grado elemental, 1962; Palabra sobre palabra, 1965; Tratado de urbanismo, 1967) describe un proceso fascinante que oscila entre la soledad, la angustia y la extrañeza ante una realidad que no comprende y de la que quiere huir, hasta tomar conciencia de las causas históricas y políticas de su tragedia, de su sentimiento de derrota y de su pasado, asumiéndolas. Desde entonces, Ángel González adquiere distancia con respecto a su propia experiencia; su poesía se equilibra y se endurece formalmente, desechando la envoltura sensorial del verso en favor de reflexiones realistas de carácter meditativo y racional. El poeta reacciona ante la dureza de las condiciones históricas que le toca vivir planteando una defensa tenaz e inquebrantable de la vida frente a todos los obstáculos -históricos y cotidianos- que amenazan con negarla o degradarla. Sus textos de la época destilan una mirada cálida y tierna, que favorece de forma natural y espontánea una intensa complicidad con sus lectores: el escritor asturiano trabaja con emociones asequibles y compartidas por una inmensa mayoría de sus contemporáneos; contrarresta la densidad sentimental del género lírico, con recursos antipoéticos como registros coloquiales y conversacionales, texturas narrativas y argumentos dramáticos, entre los que destaca, sobre todo, el uso de la ironía, un procedimiento afinadísimo en sus poemas que enriquece los contenidos haciendo ambigua, flexible y divertida su lectura, sin menoscabar la extraordinaria capacidad crítica e incisiva de sus mensajes. Temas como el amor, el paso implacable del tiempo y sus efectos físicos e intelectuales sobre el individuo o la necesidad de una participación activa en la historia común que protagonizamos, son ingredientes que aparecen constantemente renovados en su creación de la posguerra y la proyectan sobre un fondo testimonial y comprometido, que se ha relacionado con la llamada poesía social de posguerra, un modelo poético cultivado también por otros autores como Gabriel Celaya, Blas de Otero, Victoriano Crémer, Jaime Gil de Biedma o José Agustín Goytisolo. Con ellos, Ángel González se fijó como un objetivo tratar de influir en la realidad sórdida y gris del franquismo, a través de la actitud vitalista y combativa de sus poemas, un ejemplo de conducta moral que conserva en la actualidad todo su significado y que sigue constantemente llenándose de sentido con los años.

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