CRÉMER CONTRA CRÉMER
Las nalgas de Jennifer II
EN UN LUGAR de los Estados Unidos, de cuyo nombre no quiero acordarme, dieron en reunirse los caballeros más enterizos y sensibles país, o al menos eso se proclamaba en la publicidad repartida, y después de un corto intercambio de opiniones, emitieron un informe, naturalmente debidamente firmado, en el cual se establecía que el ilustre cónclave reunido había tomado el acuerdo de conceder el primer premio de nalgas a la eximia artista de la canción y del movimiento, señorita Jennifer, oriunda, según me aseguró la vecina que ve mucha televisión, de alguna parte del reino de los aztecas, cuando México era reino, o se antes de la llegada de los españoles que habían viajado en patera a las Américas de Américo Vespuccio, para ilustrarles sobre las civilización occidental y cristiana. La noticia, como suele ocurrir en esta clave de eventos corrió y se extendió por todo el Universo Mundo, apagando sólo, pero menos, la fabulosa entrega de los pueblos principales del Globo (o sea, Estados Unidos, Rusia, Francia e Inglaterra) para la elección entre los cinco agraciados de aquel que fuera seleccionado para recoger los juegos olímpicos previstos para el año 2012. Estos dos sucesos han servido, ya que no para satisfacer las apetencias de todos y de cada uno, al menos sí para que durante días y días se disparen los cálculos y se prodiguen las demostraciones deportivas. Las prensas, las arradios, las televisiones todos los medios de comunicación han movilizado a sus equipos más nutridos y se han desplazado nada menos que a Singapur, que debe caer al otro lado, para animar con su presencia, la gran faena nacional. Deportistas de todas las cuerdas, políticos del mayor relumbramiento, conspicuos personajes de la vida pública y privada de España, Francia, Inglaterra, Rusia y los Estados Unidos han conseguido formar batallones de hombres y de mujeres verdaderamente representativos y cubren con su esfuerzo, con su sacrificio y con todo lo que hay que poner en estos casos para alcanzar el fin perseguido. O sea, como en el caso de la señora o señorita Jennifer, se producirá, salvo hecatombe imprevista, la más soberbia exposición de poderío de los Estados más ricos, más poderosos y más sabios del Universo Mundo. Y en mi distrito, todos los habitantes, desde los niños, del parvulario al rector de la Universidad, todos sin exceptuar por supuesto a las chicas y chicos de las grandes concentraciones, están pendientes del resultado de esta soberana consulta para echarse a la calle, con banderas, pancartas y pendones para dar las gracias a quien corresponda por el beneficio que todos estos acontecimientos suponen. Por algunos ambientes maliciosos se especula con la posibilidad de que la expectación general sea más bien generada por la espléndida, soberana y galardonada nalga de la señora o señorita Jennifer. Con un pie, o con los dos, en el estribo, camino de mi zona de vacación, espero y deseo fervientemente que España sea la elegida en el contraste de pareceres que se verán las caras y las cruces en Singapore, y ya de paso, felicitamos a la señora o señorita, Jennifer, a la que por cierto no tenemos el gusto de conocer, por el espléndido éxito de sus maravillosas nalgas, según dicen.