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Un catedrático de León defiende a la agrupación a la que pertenece el único imputado

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efe | madrid

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Sin los estudios que ha realizado la Agrupación de Amigos de la Cueva de los Casares, en cuyo entorno comenzó el fuego de Riba de Saelices (Guadalajara), la gruta que contiene más de 40 pinturas rupestres datadas en el 30.000 antes de Cristo, sería desconocida para el público. El catedrático de Prehistoria de la Universidad de León Federico Bernaldo de Quirós explicó que la Agrupación, a la que pertenece el único imputado por el incendio, ha permitido con sus estudios que el lugar, declarado Bien de Interés Cultural, sea conocido. Aunque el contenido de la cueva, cuyos grabados fueron descubiertos en 1928, era conocido entre los investigadores no lo era para el público, «porque está fuera del circuito clásico» del arte rupestre, situado en Cantabria y Asturias. La esposa de Bernaldo de Quirós, la catedrática de Prehistoria y Arqueología de la Uned Victoria Cabrera, fue la encargada en 2003 de la presentación del libro que recoge 10 años de trabajo de la Agrupación, de la que era socia, en la datación y clasificación de las pinturas. Cabrera, que falleció hace unos meses, era la máxima autoridad en España en estudios físico-químicos sobre arte rupestre y el Gobierno cántabro colocó el pasado martes una placa conmemorativa en las Cuevas del Monte del Castillo en homenaje a la que fuera directora durante 24 años. Singularidades de la cueva Bernaldo de Quirós, que dirige desde el pasado lunes la nueva campaña de excavaciones en el Monte del Castillo, uno de los yacimientos prehistóricos más importantes de Europa, explicó que uno de las singularidades de la Cueva de los Casares es precisamente su ubicación, en el centro de la península y en medio de tres valles. Sus dibujos son, además, «rompedores» con todo lo conocido hasta entonces, por los materiales, por la finura de los trazos y por las figuras, ya que hay desde un rinoceronte a siluetas humanas. La cueva, a 1.162 metros de altitud, alberga 40 grabados rupestres realizados entre 30.000 y 25.000 años antes de Cristo. Los grabados fueron descubiertos por Rufo Ramírez, maestro de ese pueblo alcarreño y su hermano Claudio, un hallazgo que pusieron en manos de Layna Serrano y que luego siguieron Juan Cabré Aguiló, uno de los arqueólogos más importantes de la época, y su hija Encarnación.