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| Visto y oído |

Los niños y los desaparecidos

Publicado por
Lola de León - leon@diariodeleon.com
León

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Los niños del campamento urbano en el Ayuntamiento Ya forman parte del paisaje habitual durante el verano en las dependencias municipales, a veces en las de San Marcelo y otras en la sede administrativa de Ordoño II. Los 47 jóvenes que forman el segundo relevo de los Campamentos de Verano visitaron ayer, con detalle y curiosidad, las dos plantas del edificio de Ordoño II en las que se centra la actividad de la alcaldía. En un momento del encuentro, el anfitrión, el alcalde Mario Amilivia, les significó la presencia del suboficial de la Policía Local Jesús Díez a quien todos los leoneses recuerdan por su gesto heroico a finales de la década de 1970 del pasado siglo cuando frustró un atraco en el barrio de El Crucero y entre otros muchos reconocimientos recibió entonces el título de Leonés del Año; los jóvenes tributaron al policía un cálido aplauso tras conocer los pormenores del suceso, de boca de Amilivia. Tras un repaso a las estancias de alcaldía, y en especial en el despacho del regidor y luego de un sinfín de regalos que reciben los campistas urbanos, tuvo lugar la sesión habitual de fotografías tanto en algunas de estas dependencias como en la terraza de la planta de alcaldía. Los campamentos están concebidos como una herramienta de apoyo en verano a las familias en las que trabajan los dos cónyuges ya que los jóvenes comienzan la tarea a primera hora de la mañana y vuelven a sus hogares bien entrada la tarde. Eso sí, casi todos los días, salvo cuando se desplazan a conocer alguna de las bellezas patrimoniales de la capital o bien de la propia naturaleza, tan abundantes a lo largo y ancho de la provincial, el baño en la piscina es una de las constantes diarias. Funerales japoneses Un modo diferente de guardar las cenizas de un difunto es el que celebran en Japón. Consiste en introducir las cenizas del cadáver en un huevo de granito con la inscripción de una letra china que significa amor. De este modo, se cree que el espíritu del difunto permanece protegido. El único impedimento que este rito conlleva es el coste del objeto que supera los 180.000 yenes.