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Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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A BRIMOS las revistas más recientes. En una de ellas nos encontramos con este titular: «Varios países africanos afectados por la hambruna. Cinco millones de personas están en peligro en Mauritania, Níger y Mali». Estamos acostumbrándonos peligrosamente a noticias como éstas. Tanto que llegamos a pensar que la situación no se puede solucionar. Y no es verdad. En otro periódico vemos que las ganancias que cuatro grandes empresas han obtenido en América Latina en un solo año dobla lo que el estado español se ha comprometido a entregar a los países en vías de desarrollo. No son los estados, sino las organizaciones no gubernamentales las que se están poniendo en movimiento. Sólo una de ellas (Acción contra el Hambre) espera repartir más de 4.000 toneladas de alimento en Níger y Mali. Me imagino que con la mitad de lo que gastamos en nuestras vacaciones de verano podríamos alimentar a decenas de miles de hambrientos. El drama del hambre En el evangelio de hoy se recuerda el episodio de «la multiplicación de los panes» (Mt 14, 13-21). Es un relato que nos lleva a anticipar el misterio de la Eucaristía, por el que Jesús se nos entrega como alimento para el camino. Precisamente para ayudarnos a preparar este año dedicado a la Eucaristía, Juan Pablo II nos dirigió la carta «Quédate con nosotros». En ella invitaba a nuestras comunidades diocesanas y parroquiales a comprometerse a afrontar con generosidad fraterna alguna de las múltiples pobrezas de nuestro mundo. Es más, el Papa nos invitaba a medir en términos de generosidad la verdad de nuestra eucaristía: «Pienso en el drama del hambre que atormenta a cientos de millones de seres humanos, en las enfermedades que flagelan a los Países en desarrollo, en la soledad de los ancianos, la desazón de los parados, el trasiego de los emigrantes (¿) No podemos hacernos ilusiones: por el amor mutuo y, en particular, por la atención a los necesitados se nos reconocerá como verdaderos discípulos de Cristo. En base a este criterio se comprobará la autenticidad de nuestras celebraciones eucarísticas». Corazón y voluntad En este domingo nos interpelan directamente las palabras que Jesús dirigió un día a sus discípulos: «Dadles vosotros de comer». - Ese mandato no puede dejar indiferente a los cristianos de hoy. Los bienes que nos sobran pueden saciar a los hambrientos de medio mundo. Ninguno de nosotros puede limitarse a volver la vista a otra parte. No podemos ignorar que son nuestros hermanos. - Ese mandato implica a la Iglesia entera. De hecho mantiene su presencia cercana y generosa allí donde ninguna organización se atreve a llegar. Es verdad que eso no sale en los medios de comunicación, pero responde a su ser y su misión. Y eso basta. - Ese mandato habría de sacudir a todas las personas e instituciones de nuestro mundo, se confiesen cristianas o no. Jesús no es un patrimonio exclusivo de los cristianos. Su mensaje es universal, precisamente por estar atento a las carencias concretas del hombre. - Señor Jesús, que diste de comer a la multitud hambrienta, no permitas que olvidemos las necesidades de nuestros hermanos y danos un corazón generoso y una voluntad eficaz para ayudarles .

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