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Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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Recordamos todavía la canción del puente sobre aguas turbulentas. Y recordamos también cómo el miedo hizo creer a Don Quijote y a Sancho que el ruido que hacían los batanes en la noche se debía a enemigos formidables. Ante las leyes que contradicen frontalmente su sentido de la vida y ante el terrorismo que ataca por todas partes, muchos sienten la sensación de ir navegando «sobre aguas turbulentas». No se sienten seguros, «no hacen pie» en un apoyo firme. Evidentemente esa sensación afecta a todos, pero los cristianos parecen especialmente impresionados en estos momentos. Con motivo de la Asamblea General de la Juventud Estudiante Católica (JEC) se ha escrito que «muchos jóvenes temen ser reconocidos como cristianos». El miedo a hacer pública la propia identidad es uno de los signos más claros de la inseguridad personal. Y ya se sabe que la inseguridad general el miedo y que el miedo nos paraliza. Cuando se pierde la fe en aquello que se cree, queda uno a merced de cualquiera. El evangelio de este domingo nos presenta a los discípulos de Jesús, atravesando en una barca el lago de Galilea. La barca está ya lejos de tierra y es sacudida por las olas, porque el viento es contrario. En esa situación, el miedo se apodera de ellos. Es cierto que, en medio de las brumas descubren a Jesús, que camina sobre el agua. Caminar sobre el mar es una imagen del dominio sobre el mal. Sin embargo, a los fatigados de remar, les parece un fantasma. Se asustan y gritan de miedo (Mt 14, 22-33). El relato es como una parábola de los temores que asaltan de vez en cuando a los seguidores de Jesús. A los que creen vivir en la ausencia de su Señor les resulta difícil navegar. Entonces como ahora necesitan que él les devuelva la esperanza: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!». La fe es sobre todo confianza. Y la confianza nos hace descubrir en la brisa, el paso de Dios por nuestra historia, como le sucedió al profeta Elías cuando huía de las iras de la reina Jezabel. Humilde decisión Pero el evangelio de hoy nos transmite también el eco de tres expresiones de los discípulos, que pueden ser las nuestras: ¿ «Señor, si eres tú, mándame ir a ti andando sobre el agua». Entre el temor y la esperanza, el creyente añora la cercanía de su Señor. Resignarse a la lejanía no es una buena señal para la fe. La fe genera confianza y ésta se manifiesta en la osadía que vence al miedo. ¿ «Señor, sálvame. El creyente se hunde cuando se apoya sólo en sus fuerzas o sus razones. No es el propio poder ni el propio saber lo que nos mantiene a flote, sino la fuerza del Señor. Es buena la autoestima con tal de que no degenere en autosuficiencia. ¿ «Realmente eres Hijo de Dios». Ésa es la clave de la fe cristiana. A esa confesión se nos invita ya desde el bautismo. Y ese anuncio se espera de nuestros labios. Y también de nuestra vida entera, que ha de ser coherente con esa proclamación. ¿ Señor Jesús, tú conoces las tentaciones de miedo que nos asaltan cada día. Tú sabes también que confiamos en ti. Te reconocemos como Salvador y así te anunciamos con humildad y decisión. Amén.