Diario de León

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PICUDO palabro. Se tarda en aprender. Es vocablo sajón o parecido. Ahora ya todos lo dicen porque todos vamos al súper. Y ahí está; blíster, que en inglés significa vejiga o ampolla y ahora se le dice al envoltorio de productos, ese caparazón de plástico, caja rígida, embalaje tieso, dentro del cual se adivina el producto que compramos, pero sin tocarlo. Es profiláctico. Jodío blíster. Y un tanto asesino. Intenta abrirlo o romperlo con la mano y te ganas un corte biselado en el pulgar, un corte tan gilipuá como el que nos damos con el canto de un folio y nos sabe a guindilla blasfemada porque escuece como lejía y cicatriza mal por culpa de la cal que lleva ese folio a resultas de usarse para blanquear la celulosa. El blíster es una moldura protectora del artículo para aislarlo del medio ambiente o impedir mayores mancamientos cuando se cae o se golpea. Pero es, más que nada, el gran engaño, puro teatro de mercader. Convierten el aire y la nada en volumen para que la cosa entre grandona por los ojos del consumidor. El blíster da apariencia (y las apariencias se cobran también). Valgan de ejemplo los juguetes de los guajes: quitas caja, plásticos, molduras y blísters y se queda la cosa en pistolina. Sin embargo, en el escaparate abulta el juguetito en caja inmensa como si dentro viniera un apartamento (que cabría). Es como la nouvelle cuisine españoleada: plato grande y cagarruta huérfana. Un cortauñas es una mierdina de cosa, pero vestido con blíster parece un rico tonto en un ferrari. Así las cosas, ¿quién se priva de disfrazarse dentro de un plasticorro fardón? Hasta los mejillones vienen con blíster, en vejiga de plástico tieso (que también es derivado del petróleo). Donde te cagas en la madre del blíster es con tus pastas de siempre. Soy leal a las regleros desde que el cardenal Landázuri vino a León. Sigue siendo la misma caja, pero donde antes cabían tres ahora solo cuelan dos porque el resto es blíster. Cagüen el pego y el vacío. Los programas políticos y discursos se venden también hoy con blíster. Son caja de pastas. Dentro de estos paquetes va una buena dosis de aire, comodísimo vacío en el que poder moverse cada vez que hay que improvisar. Y se recuerda a los señores de la sala que política es exactamente eso, improvisar. Y un quintal de digodiegos.

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