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ES GUAPA y muy sonante la palabra lúpulo (lobillo); y desonocida hasta los cincuenta en estas tierras que eran garbanceras en secano y de berza y patatal en ribera. Cultivar lúpulo era criar flores y más de un boina calada rehusó echándole sorna cazurra a la novedad. Flores, jamás. ¡Donde estén las berzas!... Después se quedaron sin dientes de un cantazo. Oficié el sábado de pregonante en la Feria del Lúpulo que estrenaron en Carrizo. El recuerdo abrió compuertas, pues el prao en que nací fue pionero en encepar esta trepadora que no sirve para hacer cerveza, como se cree, sino para perfumarla y amargarla. Mi primer salario -tenía ocho años- fueron dos duros por pelar lúpulo una tarde y el día siguiente en Ruiforco. Aquel sábado concluyó la peladura y el «amo» estaba obligado a pagar «el ramo», remate de obra, agasajo a la contrata en su casa de gran corral en Palacio de Torío, regresando al pueblo el mocerío pelador de noche entrada en el remolque de un tractor que al efecto había sido mullido con hierba seca para que no pareciéramos solamente ganao tieso, sino revolcao. Entre mozos y mozas se tiraban viajes. La mistela y el vinillo hacían puente de la broma al palpamiento. Yo no entendía entonces aquellas risillas picardeadas de las mocinas apretadas. Y lo más emocionante: teniendo en cuenta que salí de casa con dos-cincuenta pesetas para el billete del tren a Garrafe y volví con diez calandrias, me sentía con fortuna en el bolsillo y con orgullo infinito al ponerlas al regreso sobre la mesa de la cocina familiar. Se cultivaba el lúpulo entonces en varal enorme petado en surco. Pronto fue todo poste, cableado y peladora automática, redención, oro verde para riberas donde el labrantín tejía apreturas y miserias. El primer lúpulo llegó a España de extranjis de la Europa tripona. Fue ilegal. Pasó Hendaya camuflado en los asientos de un hispano-suiza. El embargo internacional contra Franco dejó a los cerveceros españoles sin lupulina y había que ensayar el cultivo, la autarquía. Todas las provincias cantábricas lo hicieron. Y León, mejor que ellas, pues aquí el agua va al pie y el sol en el cogote. Hoy casi todo el lúpulo español es cazurrillo, pero es cosa menguante. Ven el miércoles a esta esquina y seguiremos pelando plantas, la pava y la rendición.